Page 259 - La sangre manda
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Verse incapaz de descubrir la causa del embotellamiento no hace más que
agravar su nerviosismo. Las emisoras locales de AM y FM no dicen nada, ni
siquiera la que se supone que informa sobre el tráfico en la autopista. La
aplicación Waze, por lo general tan fiable, no le sirve de nada. La pantalla
muestra a un hombrecillo sonriente cavando un hoyo con una pala por encima
del mensaje: ¡EN ESTOS MOMENTOS ESTAMOS EN OBRAS, PERO
PRONTO VOLVEREMOS!
Puñeta.
Si consigue recorrer otros quince kilómetros, podrá desviarse por la salida
56 y tomar por la autovía 73, pero ahora mismo la autovía 73 bien podría
estar en Júpiter. Se palpa el bolsillo del abrigo, encuentra el último caramelo
para la tos y lo desenvuelve con la mirada fija en la parte de atrás del camión
de la basura, que tiene un adhesivo en el que pone: ¿QUÉ TAL
CONDUZCO?
Toda esta gente debería estar en los centros comerciales, piensa Holly.
Debería estar comprando en galerías y en las pequeñas tiendas del centro y
ayudando a la economía local en lugar de dar su dinero a Amazon y UPS y
Federal Express. Todos vosotros deberíais desaparecer de esta puñetera
autopista para que la gente que tiene asuntos verdaderamente importantes
pueda…
El tráfico empieza a moverse. Holly lanza un grito triunfal que apenas ha
salido de su boca cuando el camión de la basura vuelve a parar. A su
izquierda, un hombre charla por teléfono. A su derecha, una mujer se retoca el
carmín. El reloj digital del coche de alquiler le indica que no espere llegar al
edificio Frederick antes de las cuatro. Las cuatro como muy pronto.
Eso aún me dejaría dos horas, piensa Holly. Te lo ruego, Dios mío, te lo
ruego, permíteme llegar a tiempo y poder prepararme para ese hombre. Para
eso. Para el monstruo.
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Barbara Robinson deja su ejemplar del catálogo universitario que estaba
examinando detenidamente, enciende el móvil y va a la aplicación
WebWatcher que le instaló Justin Freilander.
—Ya sabes que seguir el rastro a alguien sin su permiso no está del todo
bien, ¿verdad? —había dicho Justin—. Ni siquiera estoy seguro de que sea,
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