Page 261 - La sangre manda
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Probablemente nada de esto tiene sentido, pero, así y todo, Barbara sintió

               alivio  cuando  la  aplicación  WebWatcher  mostró  a  Holly  marchándose  de
               Pittsburgh  camino  de  la  casa  de  su  madre.  En  ese  punto  casi  eliminó  el
               localizador, y de haberlo hecho sin duda se habría quitado de encima un cargo
               de conciencia, pero ayer Holly la llamó, sin más razón, al parecer, que decirle

               que se quedaría en casa de su madre el sábado por la noche. Y después, al
               final de la llamada, Holly dijo: «Te quiero».
                    En fin, claro que la quería, y Barbara la quería a ella, pero eso se daba por
               sobreentendido; no era una de esas cosas que ibas diciendo en voz alta. Salvo

               quizá  en  ocasiones  especiales.  Como  cuando  te  peleabas  con  una  amiga  y
               hacías las paces. O cuando emprendías un largo viaje. O te ibas a combatir en
               una guerra. Barbara estaba segura de que esas eran las últimas palabras que
               los hombres y las mujeres decían a sus padres o parejas antes de marcharse en

               tales circunstancias.
                    Y Barbara percibió cierto tono en su manera de decirlo que no le gustó.
               Triste, casi. Y ahora el punto verde indica a Barbara que finalmente Holly no
               se  queda  a  pasar  la  noche  en  casa  de  su  madre.  Por  lo  visto,  regresa  a  la

               ciudad. ¿Cambio de planes? ¿Quizá una pelea con su madre?
                    ¿O mintió descaradamente?
                    Barbara echa un vistazo a su escritorio y ve los DVD que se ha llevado
               prestados de casa de Holly para su trabajo: El halcón maltés, El sueño eterno

               y  Harper,  investigador  privado.  Piensa  que  serán  la  excusa  perfecta  para
               hablar con ella cuando vuelva. Simulará sorpresa por encontrarla en casa y
               luego intentará averiguar qué era tan importante como para viajar a Portland y
               Pittsburgh. Puede que incluso confiese lo del localizador; eso dependerá de

               cómo vayan las cosas.
                    Comprueba de nuevo en su teléfono la ubicación de Holly. Todavía en la
               autopista. Barbara supone que debe de haber un atasco por obras o a causa de
               algún accidente. Consulta su reloj y mira otra vez el punto verde. Piensa que

               Holly tendrá suerte si llega antes de las cinco.
                    Y yo me presentaré en su casa a eso de las cinco y media, se dice Barbara.
               Espero que Holly no haya tenido ningún problema… pero me temo que quizá
               sí.





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               El tráfico avanza lentamente…, al rato se detiene.
                    Avanza… y se detiene.



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