Page 292 - La sangre manda
P. 292

Barbara toma aire con un estremecimiento. Con la nieve que se funde en

               sus mejillas, Holly no está segura de si está llorando. Llorar podría sentarle
               bien. Las lágrimas pueden tener efectos curativos.
                    —No es tanto eso —dice por fin—. La manera en que se transformó. La
               manera en que la cabeza pareció convertirse en gelatina. Fue horrendo, desde

               luego,  y  abre  las  puertas…  ya  me  entiendes…  —Se  lleva  las  manos
               enguantadas a las sienes—. ¿Las puertas de aquí dentro?
                    Holly asiente.
                    —Tomas conciencia de que ahí fuera podría haber cualquier cosa.

                    —Os veo, diablos, ¿no veré, pues, a los ángeles? —dice Holly.
                    —¿Es de la Biblia?
                    —Da igual. Si lo que viste no es lo que te inquieta, Barb, ¿qué es?
                    —¡Mis padres podrían habernos enterrado! —suelta Barbara—. ¡Podrían

               haber estado en esa mesa solos! No comiendo el pavo y el relleno, eso no les
               habría apetecido, quizá solo Spam… como en el chiste.
                    Holly se ríe. No puede evitarlo. Y Barbara no puede evitar reírse con ella.
               La nieve se está acumulando en su gorro de punto. A Holly le parece muy

               joven.  Por  supuesto,  es  joven,  pero  más  como  una  niña  de  doce  años  que
               como una mujer joven que el año próximo estudiará en Brown o Princeton.
                    —¿Entiendes lo que quiero decir? —Barbara coge las manos enguantadas
               de Holly—. Estuvo cerca. Estuvo muy muy cerca.

                    Sí,  piensa  Holly,  y  fue  vuestro  aprecio  por  mí  lo  que  os  puso  en  esa
               situación.
                    Holly abraza a su amiga bajo la nieve.
                    —Cielo —dice—. Siempre estamos cerca. Todo el tiempo.





                                                            3


               Barbara empieza a subir los peldaños de la entrada de la casa. Dentro habrá
               chocolate caliente y palomitas de maíz, y Scrooge estará proclamando que los

               espíritus lo han hecho todo en una sola noche. Pero hay un último detalle que
               debe  resolverse  aquí  fuera,  así  que  Holly  sujeta  a  Barbara  por  el  brazo  un
               momento  entre  la  nieve  cada  vez  más  espesa.  Saca  una  tarjeta  que  se  ha

               guardado en el bolsillo del abrigo antes de salir hacia casa de los Robinson,
               por si la necesitaba. En ella solo hay un nombre y un número.
                    Barbara la coge y la lee.
                    —¿Quién es Carl Morton?





                                                      Página 292
   287   288   289   290   291   292   293   294   295   296   297