Page 293 - La sangre manda
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—Un terapeuta al que fui a ver después de volver de Texas. Solo lo vi dos
veces. No necesité más tiempo para contarle mi historia.
—¿Qué historia? ¿Era como…? —No completa la frase. No hace falta.
—Puede que algún día os la cuente, a ti y a Jerome, pero no en Navidad.
Te basta con saber que, si necesitas hablar con alguien, él te escuchará. —
Sonríe—. Y como ha oído mi historia, puede que incluso se crea la tuya. No
es que eso tenga mucha importancia. Lo que ayuda es contarlo. Al menos a
mí me ayudó.
—Sacarlo de dentro.
—Sí.
—¿Ese hombre se lo contaría a mis padres?
—Por nada del mundo.
—Lo pensaré —dice Barbara, y se guarda la tarjeta en el bolsillo—.
Gracias.
Abraza a Holly. Y Holly, quien en otro tiempo temía el contacto de los
demás, la abraza también. Fuerte.
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Sí es la versión de Alastair Sim, y cuando Holly vuelve lentamente a casa en
coche bajo la nevada, no recuerda una Navidad más feliz. Antes de acostarse,
envía un mensaje de texto a Ralph Anderson desde su tableta.
Cuando vuelvas, encontrarás un paquete mío.
He tenido toda una aventura, pero ha acabado bien.
Ya hablaremos, aunque puede esperar. Os deseo a ti y a los
tuyos una feliz Navidad (tropical).
Con cariño.
Dice sus oraciones antes de acostarse y, como siempre, al final añade que
no fuma, que toma su Lexapro y que echa de menos a Bill Hodges.
—Dios nos bendiga a todos —dice—. Amén.
Se mete en la cama. Apaga la luz.
Se duerme.
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