Page 294 - La sangre manda
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15 de febrero de 2021
El declive del tío Henry ha sido rápido. La señora Braddock les ha dicho (con
pesar) que a menudo ocurre eso cuando se interna a los pacientes.
Ahora, sentada al lado del tío Henry en unos de los sofás frente al
televisor grande de la sala común de Rolling Hills, Holly renuncia finalmente
a tratar de entablar conversación con él. Charlotte se ha rendido antes; sentada
a una mesa en el otro extremo de la sala, ayuda a la señora Hatfield con su
actual rompecabezas. Hoy las ha acompañado Jerome, y también él echa una
mano. Hace reír a la señora Hatfield, y ni siquiera Charlotte puede contener la
sonrisa ante alguno de los jocosos comentarios de J. Es un joven encantador,
y por fin se ha ganado a Charlotte. Lo cual no es nada fácil.
El tío Henry permanece inmóvil, con los ojos y la boca abiertos; las
manos que en otro tiempo arreglaron la bicicleta de Holly cuando chocó
contra la cerca de la casa de los Wilson yacen ahora flácidas entre sus piernas
separadas. Bajo el pantalón se advierte el bulto del pañal para la
incontinencia. Antes era un hombre rubicundo. Ahora está pálido. Antes era
un hombre robusto, ahora la ropa le cuelga en torno al cuerpo. Y la carne se le
afloja como un viejo calcetín que ha perdido el elástico.
Holly le coge una mano. Es solo carne con dedos. Entrelaza sus dedos con
los de él y le da un apretón, con la esperanza de que se lo devuelva, pero no lo
hace. Pronto será hora de marcharse, y ella se alegra de que así sea. Le crea
un sentimiento de culpa, pero es lo que hay. Ese no es su tío; lo ha sustituido
una enorme marioneta de ventrílocuo sin ventrílocuo que aporte el habla. El
ventrílocuo se ha marchado de la ciudad y ya no volverá.
«¡Enseña más tu cuerpo!», anima un anuncio de Otezla a estos ancianos
calvos y arrugados. Acto seguido se oye a los Bobby Fuller Four cantar «I
Fought the Law». El tío Henry tenía el mentón caído sobre el pecho, pero de
pronto lo levanta. Y una luz —de bajo voltaje, sin duda— asoma a sus ojos.
Aparece el juzgado, y el locutor anuncia: «¡Más te vale no ser un canalla,
porque John Law nunca falla!».
«¡Todos en pie!», exclama George, el ujier.
Mientras el ujier avanza, Holly cae de pronto en la cuenta de por qué puso
al autor del atentado en la escuela Macready el nombre que le puso. La mente
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