Page 89 - La sangre manda
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Marty percibió en su voz un dejo de resignación y pensó que hacía dos
años, cuando aún seguían casados, seis suicidios en un solo día la habrían
dejado consternada, compungida e insomne. Pero, por lo visto, uno se
acostumbraba a todo.
—¿Sigues tomando la medicación para la úlcera, Marty? —Felicia se
apresuró a continuar antes de que él pudiera contestar—. No es sermoneo,
solo preocupación. Que estemos divorciados no quiere decir que ya no me
importes, ¿sabes?
—Lo sé y la estoy tomando. —Era una mentira a medias, porque el
Carafate recetado por el médico era imposible de encontrar, y había recurrido
al Prilosec. Dijo esa mentira a medias porque también él la apreciaba aún. De
hecho, se llevaban mejor ahora que no estaban casados. Incluso mantenían
relaciones sexuales y, si bien eran infrecuentes, resultaban muy satisfactorias
—. Agradezco tu interés.
—¿De verdad?
—Sí, señora.
Abrió la nevera. Quedaba poca cosa: perritos calientes, unos huevos y un
yogur de arándanos que reservaría para antes de acostarse. También tres latas
de cerveza Hamm’s.
—Bien. ¿Cuántos padres se han presentado?
—Más de los que esperaba, pero no todos ni mucho menos. En su mayor
parte querían hablar de internet. Pensaban, por lo visto, que yo debía saber
por qué falla continuamente. He tenido que insistir en que soy profesor de
literatura, no experto en tecnología de la información.
—Sabes lo de California, ¿no? —dijo Felicia bajando la voz, como si le
contara un gran secreto.
—Sí.
Esa mañana un terremoto devastador, el tercero del último mes y el peor
con diferencia, había mandado al fondo del océano Pacífico otra porción
enorme del Estado Dorado. El aspecto positivo era que ya antes se había
evacuado a la mayor parte de la población. El aspecto negativo era que en ese
momento centenares de miles de refugiados se desplazaban hacia el este, con
lo que Nevada estaba convirtiéndose en uno de los estados más poblados de la
Unión. Ahora en Nevada la gasolina costaba cinco pavos el litro. Pago solo en
efectivo, y eso si quedaba algo en los surtidores.
Marty sacó una botella de leche de litro medio vacía, la olfateó y echó un
trago pese al aroma ligeramente sospechoso. Necesitaba una copa de verdad,
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