Page 93 - La sangre manda
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—Se ha abierto un socavón en el cruce de Main con Market. Es enorme,

               tío. Es posible que lo mucho que ha llovido tenga algo que ver, y más aún la
               falta de mantenimiento. Dentro habrán caído al menos veinte coches, puede
               que treinta, y algunos de los que iban en esos coches… —Negó con la cabeza
               —. Esos ya no vuelven.

                    —Dios mío —dijo Marty—. Yo pasé por ahí anoche. En pleno atasco.
                    —Ya puedes alegrarte de no haber estado allí esta mañana. ¿Te importa si
               me  subo  al  coche  contigo?  Por  sentarme  un  momento.  Estoy  reventado,  y
               Jenny se habrá vuelto a la cama. No quiero despertarla, y menos para darle

               una mala noticia.
                    —Claro.
                    Gus entró.
                    —Esto pinta mal, amigo mío.

                    —Sí,  mal  rollo  —coincidió  Marty.  Eso  mismo  había  dicho  a  Felicia  la
               noche anterior—. En fin, al mal tiempo buena cara.
                    —Yo ya soy incapaz de poner buena cara —contestó Gus.
                    —¿Te propones tomarte el día libre?

                    Gus levantó las manos y volvió a dejarlas sobre la fiambrera que tenía en
               el regazo.
                    —No lo sé. Igual hago unas llamadas para ver si alguien puede pasar a
               recogerme, pero no me hago muchas ilusiones.

                    —Si te tomas el día libre, no cuentes con dedicarte a ver Netflix o vídeos
               en YouTube. Internet ha vuelto a colgarse, y tengo la sensación de que esta
               vez es definitivo.
                    —Imagino que ya sabrás lo de California —comentó Gus.

                    —Esta mañana no he puesto la tele. Se me han pegado las sábanas. —
               Guardó silencio por un momento—. De todos modos, para serte sincero, no
               me apetecía verla. ¿Alguna novedad?
                    —Sí.  Se  ha  hundido  el  resto.  —Se  detuvo  a  pensar—.  Bueno…,  dicen

               que, en el norte, el veinte por ciento de California todavía sigue allí colgando,
               lo  que  seguramente  significa  el  diez,  pero  las  regiones  productoras  de
               alimentos han desaparecido.
                    —Qué  horror.  —Lo  era,  desde  luego,  pero  Marty,  en  lugar  de  sentir

               espanto,  terror  y  pesadumbre,  solo  experimentó  una  mezcla  de  desazón  y
               aturdimiento.
                    —Y que lo digas —convino Gus—. Sobre todo si pensamos que el Medio
               Oeste no tardará en quedar reducido a cenizas y la mitad sur de Florida pronto

               será  básicamente  un  pantano  apto  solo  para  caimanes.  Espero  que  tengas




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