Page 111 - MITOS GRIEGOS e historiografía antigua
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M itos griegos e H istoriografía A ntigua                     123

     la verdad, y, al contrario del lenguaje literario, no se basa en la opinión
     (idóxa). La historia no es un laboratorio de lo imaginario, sino una rea­
     lidad humana acotada en el tiempo que de modo científico (y esto lo
     define  el método) estudia las transformaciones de  la  sociedad. Las
     aporias que suscita lo temporal en historia nunca deben ser resueltas
     mediante la improvisación o la invención. Llegados a este punto hay un
     riesgo grande de confundir el lenguaje como soporte necesario, aunque
     no  imprescindible para el  conocimiento histórico,  con el lenguaje
     discursivo stricto sensu, es decir, literario, en el que el lenguaje es el
     propio objeto y no un medio para la comprensión o explicación de un
     objeto histórico. El profano puede fácilmente categorizar como históri­
     co «todo lo que habla de otro tiempo», se le cuente de un modo u otro.
     Existe pues el peligro potencial de que la literatura suplante al lugar de
     la historia.13  Y ese peligro se acrecienta cuando los propios historiado­
     res profesionales admiten que no soportan «el vacío de la historia» (con
     mucha frecuencia un vacío temporal-cronológico) y se ven en la nece­
     sidad de inventarse aigumentos provisionales14 basados en inferencias,
      extrapolaciones, falsas premisas o en sofismas, arguyéndolos además
     como pruebas irrefutables de sus elucubraciones. Y me refiero delibe­
     radamente a «elucubraciones» y no a hipótesis, porque éstas forman
     parte del proceso de conocimiento científico de la historia, de un méto­
     do, que está ausente o mal usado por quienes se plantean la historia
     como una mera acumulación de datos o como una excusa para dar
     credibilidad a unos personajes de ficción.  Sería pues un grave error
     reducir las estructuras lógicas a operaciones de lenguaje, a la manera
     del neopositivismo, en que el individuo no se enfrenta a la esencia del

      13 No me refiero sólo al extraordinario auge que toma la novela histórica, de autores, por citar
        los que ambientan sus obras en el mundo antiguo, como M. Yourcenar, R. Graves o M.
        Renault; sino a otro tipo de obras donde la historia deviene pura especulación hasta con­
        vertirse en ficción (por ejemplo, F.  Sánchez Dragó, Gargoris y  Habidis.  Una historia
        mágica de España, varias ediciones; y C. Fisas, Historias de la historia, Barcelona 1986).
      14 M.I. Finley, «El historiador de la antigüedad y sus fuentes», en Historia Antigua. Problemas
        metodológicos, Barcelona 1986,22. T.R Wiseman, Clio’s Cosmetics, Leicester 1979, 52-
        53. Acerca de las extrapolaciones, MI. Finley, «Las generalizaciones en la historia anti­
        gua», en Uso y  abuso de la historia, Barcelona 19792, 91 ss. Un ejemplo a ese vacío de la
        historia, en J. Chadwick, El mundo micénico, Madrid 1977,13, donde se propone la ideación
        de modelos adaptables a los fines del historiador. La actitud de idear un modelo para enca­
        jar en él lo no verificable, me parece cuando menos una frivolidad metodológica. V.K.
        Dibble, «Four types of Inference from Documents to Events», History and Theory, 3,
         1963, 203-219, y J. Lange, «The Argument from Silence», History and Theory, 5, 1965,
        288-301. Sobre estos temas ver también el cap. 1 de este libro.
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