Page 116 - MITOS GRIEGOS e historiografía antigua
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cíclicas, direccionales, e irregulares,27 Las cíclicas se refieren a perio
dos generalmente largos, que admiten subdivisiones, y en las que los
acontecimientos parecen sucederse por un orden previsible, reiterativo
y pendular, pues supone que a idénticas situaciones causales corres
ponden los mismos efectos, y que una acumulación o frecuencia de
situaciones desembocan en los mismos hechos que tuvieron lugar en
otro ciclo anterior semejante. Esta idea, ya presente en la Antigüedad,
fue defendida por Ibn Jaldún, Vico, Spengler y Toynbee, entre otros,28
y llevaba también implícita la idea de ciclo natural (nacimiento-vida-
muerte) que aplicado a la historia sería surgimiento (=revolución?)-
plenitud-decadencia.29 La periodización direccional entiende la his
toria como homogénea e inmutable, que se dirige indefectiblemente
a un límite temporal en el que el hombre es ajeno a su elección aun
que protagonista: Agustín de Hipona mencionaba cinco periodos an
teriores a la venida de Cristo: el sexto acababa con el Juicio Final.30
La periodización irregular queda determinada según el factor en que se
basa: el factor político, el económico (marxistas), cultural (historiado
res del arte), etc.
En el trabajo de investigación el historiador debe servirse de la tem
poralidad absoluta y debe precisar los límites de la temporalidad relati
va en que se mueve: la imbricación de los hechos en el tiempo (proce
sos), de éstos en la sociedad (estructura social) y los sistemas que los
definen (económicos, religiosos, jurídicos, etc.), no como algo estático
sino como un sistema de fuerzas (dínamis) que se enfrentan o empujan,
27 Topolski, op. cit., 458-459.
28 M. Rabie, The political theory of Ibn Khaldoun, Leiden 1967; J. Marias, «Las generaciones
en Abenjaldún», Insula 171, 1961, 3 ss. J. Ferrater, Cuatro visiones... 47 ss.; R,G.
Collingwood, Idea de la historia, México 1952, 73; A. Toynbee, Estudios de la historia,
Madrid 1971, 3 vols. J. Caro Baroja, «La decadencia desde el punto de vista histórico»,
Historia 16, 1986, 119 ss.
29 Aug. De civ. Dei, XXII, 30,5. Esta idea está presente sobre todo en los historiadores del s.
XIX, e incluso del XVIII, por ej. Montesquieu, Considérations sur les causes de la grandeur
des romains et de leur décadence, Paris 1734; E. Gibbon, The Decline and Fall of the
Roman Empire, 1842 (G. J. Gruman, «Balance and Excess as Gibbon’s Explanation of the
Decline and Fall», History and Theory 1, 1960, 75.85, y A. Momigliano, «Gibbon’s
contribution to historical method», Contributo, Roma 1955,195-211), y G. Ferrero, Gran
deza e decadenza di Roma, 1902; etc. Sobre éstos y otros historiadores del XIX, vid. K.
Christ, Von Gibbon zu Rostovtzejf Darmstadt 1972.
30 H.I. Marrou, L 'ambivalence, 1950,32-62 y 76-84; J.A. García Junceda, La cultura cristia
na y S. Agustín, Madrid 1986,21 ss. y G. Pattaro, «La concepción cristiana del Tiempo»,
enP. Ricoeur et alii, La Narrativité, Paris 1980, 191 ss.