Page 112 - MITOS GRIEGOS e historiografía antigua
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     hecho histórico sino a una idealización verbal en la que sujeto y objeto
     se identifican en su subjetividad.
        Es posible hablar de lo que es el tiempo o mejor de lo que no es.
     Presuponemos que si hablamos de él es que existe; sin embargo éste es
     imperceptible, escapa a los sentidos, es decir, no es un ente físico. Bien,
     aceptemos que no es un ente físico, entonces ¿cómo es que se puede
     medir con tanta precisión? En las ciencias (físicas) el criterio de exis­
     tencia real se relaciona a la capacidad de medición. Entramos así de
     nuevo en la aporía de preguntamos si el tiempo existe o no existe:15  si
     existe, ¿cómo se explica el contrasentido de medir lo inmaterial?; y si
     no existe, ¿qué es aquello que denominamos tiempo?
        Para el científico determinista del siglo pasado cada acto es conse­
     cuencia del anterior y causa del siguiente,16 es decir, hay un mecanicismo
     dinámico: el tiempo es un tiempo lineal, unívoco y simple. El positivis­
     ta no se preguntará si el tiempo existe, para él es una evidencia, y existe
     porque  hay  hechos  que  se  suceden continuamente.  Esa noción
     newtoniana del tiempo ha sido discutida y superada por la revolución
     que provocó la relatividad en el pensamiento científico. Actualmente
     damos a la Historia también el estatuto de pensamiento científico y, '
     como otras áreas del conocimiento, las variables que la constituyen se
     someten, o mejor participan, del conglomerado relativo.  En nuestro
     caso el tiempo será un tiempo plural, pluridimensional, interrelacionado,
     dinámico y objetivo. Si el tiempo es también la distancia entre un mo­
     mento y otro, precedente al posterior, entonces el tiempo es espacio. El
     tiempo y el espacio están entre las cosas. El tiempo no existe de por sí,
     sino que es un rasgo de las cosas cambiantes, idea que ya estaba presente
     en Aristóteles e incluso en Agustín de Hipona: el tiempo es una medida
     del cambio y no existiría sin éste,17  y es una realidad compuesta de
      15 M. Bunge, «¿Existe el tiempo?». Revista de Occidente, 76,1987,35. Sobre el problema del
        tiempo-ciencia puede verse la reciente reedición de la obra de J. A. Gunn, El problema del
        tiempo, Barcelona 1988, 2 vols, espec. 229-238 y 509-564. También interesa: A. Heller,
        op. cit., 74 ss. Acerca de la historia-ciencia,  J.M. de Alejandro, «El conocer histórico», en
        su Gnoseología, Madrid 1969,472-489, y A. Eiras Roel, «¿Tiene la historia categoría de
        ciencia?», Aporía. vol, 1, n°3,252 ss.
      16 Por ejemplo, A. Laplace, en L. Geymonat et alii, Ciencia y  materialismo, Barcelona 1975,
        14; M. Bunge, Causalidad. El principio de la causalidad en la ciencia moderna, Buenos
        Aires 19652. J. Topolski, op. cit.  190 ss.; F. Engels, Dialéctica de la Naturaleza, Barcelo­
        na 1979, 219-223.
      17 Sobre el tiempo relativo vid. W. von Leyden, «History and the Concept of Relative Time»,
        History and Theory, 2 ,1962, 263-285, y M. Bunge, art. cit. 37.
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