Page 71 - Abrázame Fuerte
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Ana cuelga el teléfono y Silvia se queda en silencio. Su amiga parecía muy
      preocupada, pero no le ha pedido ayuda. « Si me necesita, volverá a llamar» ,
      piensa, y pone una canción de Maná para volver otra vez a sus estudios.

      Mientras, en casa de Ana
      « Por favor, que no vaya a buscar el iPad…» .
        Ana  vuelve  a  coger  el  teléfono  con  las  manos  sudorosas.  Estela  sigue
      comunicando y Bea… ¡por fin, da señal!
        —¿Sí?
        —Bea, ¿eres tú?
        —Pues claro que soy yo. ¿Quién iba a ser, si no?
        —Oye, que te quería preguntar una cosa…
        —Sí, lo tengo yo —se adelanta Bea, con cariño.
        —¿Que tienes el qué? —pregunta Ana a media voz, con la esperanza de que
      su amiga le dé la respuesta que quiere oír.
        —Tu iPad, despistada…
        —¡Oooh! ¡Gracias, gracias, gracias! ¡Estaba desesperada!
        —Te lo  habías  dejado  aquí,  en el  bar.  Estaba  en tu  silla,  pero  como  te has
      marchado tan rápido…
        —¿Puedo pasarme por tu casa a recogerlo? —pregunta Ana, ansiosa—. ¡Mi
      padre ya ha llegado, y lo primero que suele hacer es leer la prensa en el iPad!
        —Es que no estoy en casa —responde Bea, entre susurros—. Es que… ¡estoy
      con  Sergio  aún!  Te  tengo  que  dejar,  me  he  levantado  de  la  mesa  para  hablar
      contigo, y empieza a mirarme raro. ¡Cambio y corto!
        Ana se queda un poco decepcionada. Ha cogido el iPad para que la cita de
      Bea saliera adelante, y ahora sus amigas no la ayudan y le va a caer encima una
      bronca descomunal. Y entonces, en ese preciso momento, lo que Ana más ha
      temido: la voz de su padre.
        —Ana, ¿has cogido mi iPad? No está en su sitio…
        —Sí.
        Ana está muerta de miedo.
        —Te tengo dicho que no me gusta nada que juegues con mi iPad. Es muy
      valioso y se puede romper.
        Ana no sabe qué responder… Al final opta por decirle casi la verdad:
        —Papá…, yo… se lo he dejado a Bea…
        Menos de un minuto después, Ana está de vuelta en la habitación, castigada
      sin salir todo el fin de semana y, lo que es peor, sin Internet.
        Mientras oye a su padre refunfuñar por toda la casa, intenta aceptar el fin de
      semana en cautiverio: « Habría sido peor si no lo hubiese encontrado, así que no
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