Page 72 - Abrázame Fuerte
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te quejes» .

      Un poco más tarde
      Ana sigue en su habitación, malhumorada. Ha hojeado la mayoría de las revistas
      viejas que guarda en su cuarto y tiene la cabeza como un bombo. Abre la puerta.
      Sus padres están viendo la tele en el sofá, y algo se le remueve por dentro. El
      iPad es lo de menos. Deambula por toda la casa algo inquieta. Llega a la cocina
      y  abre  la  nevera  pero  no  le  apetece  nada.  En  realidad  le  urgen  unas  ganas
      incesantes de estar con David y hablar con él, quiere que, por lo menos, le dé una
      explicación del mensaje que le ha enviado.
        A decir verdad, se ha planteado la posibilidad de enviarle un tercer mensaje,
      pero no tiene saldo. De pronto se le ocurre algo. Se viste y se pone mona: una
      minifalda roja, chaqueta negra y botas de lluvia.
        —¡Mamá, voy a darme un baño! —grita Ana desde la puerta de su cuarto. Al
      oír el « Está bien»  de su madre, sale de éste y cruza el pasillo hasta la puerta de
      entrada, que abre con cuidado.
        « ¡Perfecto! —piensa Ana—. ¡Estoy decidida!» .
      En casa de Silvia
      Llaman al timbre. David se apresura a abrir la puerta. Silvia, que ha levantado la
      cabeza de los libros para oír algo, entiende, tras un silencio largo, que debe de ser
      algún amigo de su hermano.
        Nerea  sigue  empeñada  en  que  David  la  ayude  a  estudiar  toda  la  tabla
      periódica  de  los  elementos.  ¿Alguien  se  lo  cree?  Lo  ha  llamado  hace  veinte
      minutos y se ha autoinvitado a su casa, con el propósito de estudiar. David no ha
      sabido decirle que no. Si no pudo hacerlo en el bar Milano, cuando Nerea lo ha
      vuelto a llamar le ha sido imposible.
        La pareja se dirige a la habitación de David. Detrás de ella, él la observa:
      Nerea está imponente, con una chaqueta larga y negra.
        Nada más  entrar,  la  chica  deja la  mochila  al  lado de  la  cama,  se  quita el
      abrigo y lo deja en la silla de estudio, y se echa en la cama. Lleva un minivestido
      de color verde que quita el aliento.
        —Yo suelo estudiar en la cama. Si lo hago en la silla, acabo teniendo dolor de
      espalda —comenta Nerea, con una sensualidad poco habitual.
        David  se  siente  algo  incómodo.  ¡Le  han  vuelto  a  tender  una  trampa  en  su
      propia casa! ¡Esta vez no tiene escapatoria! Está más que claro que Nerea va allí
      con el objetivo de ligárselo descaradamente.
        —¿En la cama? Quiero decir: ¿en mi cama? —responde nervioso.
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