Page 66 - Abrázame Fuerte
P. 66
—Chicos, acompañadme: quiero presentaros a unas amigas.
Sergio la mira con curiosidad. De repente ¡se acuerda de la cita con Bea! Lo
estaba pasando tan bien que se le había olvidado por qué estaba en el Piccolino.
¿Habrá llegado el momento de conocer a quien podría ser su chica?
Los dos obedecen sin rechistar, y Silvia los conduce por entre las mesas hasta
donde se encuentran el resto de las Princess. En ese momento, cuatro personas
contienen la respiración: Silvia, porque está a punto de descubrir si el chico que le
gusta empezará una relación con una de sus mejores amigas; Sergio, que está a
punto de conocer a la chica con la que ha estado chateando tanto; y Estela y Ana,
que miran a Bea, que no sabe que el chico de sus sueños está sólo a unos metros
de ella y que, ajena a lo que sucede porque le está dando la espalda, sigue
hablando.
—Hola, Bea —dice Silvia, nerviosa. Su amiga se vuelve, la mira, y luego
mira a los dos chicos—. Te presento a Sergio. Sergio, ella es Bea. Y éstas son Ana
y Estela. ¡Ah! Y él es su primo, Manu.
Manu hace un gesto con la mano.
—¿Nos podemos sentar con vosotras?
Bea está en estado de shock, y casi no reacciona cuando los chicos, antes de
sentarse, besan a cada una de ellas en las mejillas.
Manu, que huele algo de tensión entre las chicas, hace alarde de su carácter
dicharachero y empieza a contarles divertidas anécdotas de todo tipo que han
vivido Sergio y él. Estela se apunta a la conversación, y también les cuenta a los
chicos anécdotas de las Princess, y parece que la cosa va fluyendo. Toman
algunas bebidas más y se van conociendo poco a poco. Bea es la que se muestra
más tímida, al igual que Sergio, pero no se los nota incómodos. Al cabo de una
media hora, Manu se despide: ha quedado con unos amigos. Ana, Estela y Silvia
no se lo piensan dos veces y aprovechan el tren de salida.
Por fin, Sergio y Bea estarán solos.
Poco después, en algún rincón de la ciudad
Leo se ha dignado por fin a llamar a Estela, quien se dirige a su casa. Le explica
que lo convocaron a un ensayo a última hora, y que le fue imposible avisarla.
Ella está algo resentida pero, para compensárselo, Leo le propone que recuperen
la clase hoy mismo. Como él tardará algo en llegar, le confiesa que puede
encontrar una copia de la llave del estudio debajo del felpudo.
« No es un sitio muy secreto —piensa Estela—. Cualquiera podría entrar a
robar» . Aunque la verdad es que, si entrase un ladrón, poco podría robar, a no
ser que fuese un ladrón-actor; en tal caso, el botín sería rico en máscaras y
disfraces.