Page 101 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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Enmerkar, mirando a su hermana, no supo responder a la pre
gunta. La reina del cielo le dio la solución:
— ¡Escucha! Que tu enviado suba con el mensaje a las cordille
ras de Zubi, que baje con él desde ellas, que las gentes de Susa
hasta las montañas de Anshan le saluden como ratoncillos por res
peto hacia mí, y que las gentes de todas las grandes cordilleras, que
se han poblado por sí solas, ¡a una palabra, que se arrastren en el
polvo por respeto a él!
Inanna continuó diciendo:
— Aratta se someterá a Uruk por mí. Las gentes de Aratta,
cuando hayan bajado piedra de montaña de sus montañas, cons
truirán el Urugal para ti, oh Enmerkar, prepararán el Gran san
tuario para ti, te harán surgir el Gran santuario, destinado a los
dioses, y te edificarán tu sagrado lugar en Kullab. Asimismo, que
hagan que el Abzu surja ante ti como las montañas puras, que
hagan a Eridu prístina para ti como las estribaciones de las coli
nas, que hagan que el recinto del Abzu destaque como la plata
en un filón.
Tras confirmarle la sumisión de Aratta a Uruk, la reina tuvo pala
bras directas para Enmerkar, que venían a ser la repetición de las
peticiones de éste:
— En cuanto a ti, cuando hayas hecho los rituales de alabanza
desde el Abzu, hayas traído el cargo sagrado de Eridu, hayas hecho
la corona de príncipe en verdeante, como si fuera una corona de
basalto verde, cuando en Uruk y en Kullab te pongas la sagrada
corona en la cabeza y te lleve el pontífice desde el Urugal al gipa-
ru y desde éste al Urugal, ¡que la gente te mire con admiración y
que Utu te vea con alegría!
Después, Inanna finalizó sus palabras, alabando a su hermano:
— Que la gente de Aratta, diariamente, tras el atardecer, después
de que hayan cargado las cestas de trabajo, diariamente por la tar
de, después de que hayan tomado alimento, que en el lugar donde
Dumuzi guarda sus ovejas, cabras y corderos, en Akalaga, su cam
po, se arrodille para que tú duermas como duermen las ovejas de
montaña. ¡Brilla como un disco solar en mi sagrado pecho! Verda
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