Page 104 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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un solo idioma, Enmerkar finalizó sus palabras con la siguiente
orden a su mensajero que iba a ir a las montañas de Aratta:
— Mensajero, viaja de noche como si fueses el viento del sur,
portador de lluvia, viaja de día como una tormenta que se cierne.
El mensajero prestó oídos a las palabras de su señor. Por la noche
se guiaba sólo por las estrellas. Por el día podía guiarse por el divi
no sol del cielo. ¿Adonde llevó él las grandes palabras de Inanna que
había impreso en su mente? Tuvo que subir a las cordilleras Zubi,
bajar de las mismas. Las gentes de Susa hasta las montañas de An-
shan le saludaron cual ratoncillos por respeto a ella. Las gentes de
las cordilleras, que se habían poblado por sí solas, a una palabra se
arrastraron por el polvo por respeto a él. Cinco montañas, seis mon
tañas, siete montañas cruzó. Levantó sus ojos, se estaba acercando a
Aratta. Y felizmente pisó, al fin, la corte de aquella ciudad.
Ante el señor de Aratta el mensajero proclamó la preeminen
cia de su señor. Estaba pronunciando decorosamente las palabras
que se sabía de memoria, se las estaba transmitiendo al señor de
Aratta:
— Ocurriendo que tu padre, mi señor, me ha enviado a ti, ocu
rriendo que el señor de Uruk y de Kullab me ha enviado a ti...
En este punto fue interrumpido por el señor de Aratta, quien
se mofó de las palabras que intentaba decirle el mensajero de Uruk.
— ¡Bien, bien! ¿Sabes qué es para mí la palabra de tu señor? ¡Qué
más me da lo que te dijera después de esas primeras palabras que
me has dirigido!
El mensajero ni se inmutó. Sin hacer caso a la impertinencia
del señor de Aratta, volvió a hablar:
— Señor, ¿qué dijo mi rey? ¿Quieres saber qué dijo más? Al
ocurrir que mi señor, adecuado a la corona desde su nacimiento,
señor de Uruk, el más honrado portador de la diadema, que vive
en Sumer, que pulveriza las montañas como harina, un águila de
las altas montañas dotada de garras indómitas, hermoso como un
macho cabrío después de que ha sido limpiado con puro jabón,
nacido en el corazón de una buena vaca, Enmerkar, el hijo de Utu,
me ha enviado a ti.
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