Page 107 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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ra, a modo  de  un  magnífico  árbol  mesu, crecido  hasta  el  cielo, en  su
     base  la red  de  raíces, en su  copa  un  árbol frondoso, se  halla  el  águi­
     la-pájaro  del trueno. El ave, encadenados  garras y pico  con  el grille­
     te  de  Inanna, hace  que la sangre  del País Alto  gotee  por la  cima  de
     la  montaña  desde  sus  garras. Al  estar  encadenada  el  ave  del  trueno,
     portadora  de  la  tormenta y  de  la  lluvia benefactora, la  sequía  se  ha
     manifestado. La ausencia  de  lluvia  ha  causado  un  grave  daño  al  País
     Alto.  ¡En Aratta, pues, la  risa  se  ha  convertido  en  llanto, se  ha  con­
     vertido  en libaciones  de agua y  esparcimiento  de  harina!  ¡En  el País
     Alto  la libación y la plegaria se  han  convertido  en las  más  humildes
     súplicas!  ¿Cómo podría tu señor, incluso con sólo diez hombres, sólo
     con  cinco, introducir el ejército  de  Uruk en las  cordilleras de  Zubi?
     ¡Ojalá  que  tu señor se abalanzara sobre  mis armas y yo pudiera aba­
     lanzarme  en  combate singular contra  él!  Él  no  sabe  que  el  combate
     singular no  es una lucha entre perros, que el toro  no conoce al toro,
     su  vecino.  Cuando  haya  llegado  a  conocer  esa  clase  de  combate,  el
     combate  de  campeones,  cuando  haya  estado  en  la  lucha  de  perros,
     que  el toro  haya llegado a conocer al otro toro, ¡yo  le  debería haber
     hecho  dejar en  paz  el  combate  singular!  Sin  embargo, también  con
     mi  inteligencia, que  ningún hombre puede  igualar, le  haré  olvidarse
     de  ello.  ¡No  deseo  la  guerra, pero  sí  un  duelo  de  ingenio!»
        Tras  advertir  que  el  mensajero  no  captaba  la  intención  de  sus
     palabras,  el  señor  de Aratta, continuó  diciendo:
        — De nuevo, mensajero, hablo contigo. Ni quiero guerra ni com­
     bate  singular.  Por  mi  parte  te  prepararé  otra  petición.  Espero  que
     al comunicártela se conserve intacta y en el Eanna, recinto igual que
     un león  que  yace  sobre sus  zarpas  o  idéntico  a  un toro  que brama
     ruidosamente por los  cantos y músicas  que  salen  de  él,  en  su gipa-
     ru florido  como los brotes de un árbol mesu, allí informa a tu señor,
     el  señor de Kullab, diciéndole: «Si la cordillera, a modo  de  un gue­
     rrero  manchado  profusamente  con  gotas  de  sangre,  cayéndole  del
     rostro, augusto  como el dios luna Nanna, y que camina bajo  el cie­
     lo  al  ir  a  su  casa  al  atardecer, yace  obstruyendo  los  lugares  de  las
     montañas  como  el  tronco  de  un  árbol; si  esa  cordillera, cima sobre
     la  cabeza  de Aratta, quiere  enviar directamente  al  amable  genio  del


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