Page 109 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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— ¡Dice bien el señor de Aratta! ¡Aratta debe saber que se le
han dado instrucciones!
Llegó un nuevo día. El dios sol Utu, que se había levantado,
hizo despertarse al rey del país, levantar también su cabeza. Des
pués de haber sido aseado por sus esclavos, se dispuso a efectuar la
ceremonia ritual cotidiana. Mezcló agua del Tigris con agua del
Eufrates, mezcló agua del Eufrates con agua del Tigris, colocó las
grandes jarras repletas de agua ante la imagen de An, apoyó las
jarritas ceremoniales sobre sus caderas como corderos hambrientos
y las puso junto a las brillantes jarras de An. El rey Enmerkar, el
hijo de Utu, tomó en sus manos el cáliz eshda, repujado en oro, y
efectuó la sagrada libación.
Aquel día la diosa que es como el metal brillante, la reluciente
vaina del junco, la forma dorada, nacida en un día propicio, naci
da en el verde Nanibgal, la diosa Nidaba, la dama de enorme inte
ligencia, abrió para el rey su «casa sagrada del saber», le dio una
idea. Recibida ésta, el rey entró en el palacio de An, en su magní
fico templo, en donde estuvo meditando.
Al salir del templo, el señor abrió la puerta de su gigantesco
granero y puso en el suelo su enorme unidad de medida. El rey,
luego, sacó del granero su viejo grano, empapó de agua el malta
esparcido por el suelo y sus labios se cerraron como sassatu y male
za de hirinnu. Redujo en tamaño las mallas de las redes de carga para
adecuarlas a las acémilas y los mayordomos las llenaron de grano.
Las completaron con grano añadido para el picoteo de los pájaros.
Cuando hubo cargado con ellas los asnos de carga, y situado
asnos de reserva a su lado, el señor de Uruk y de Kullab dio orden
de que se dirigieran a Aratta. Los porteadores, como hormigas de
las grietas del suelo, uno tras otro, junto a sus acémilas, se encami
naron a Aratta.
El señor dio al mensajero que se iba al País Alto otro mensaje
para Aratta.
— Mensajero, cuando hayas hablado con el señor de Aratta y
comentado sobre ello dile: «Mi cetro es un gran árbol, cuya base
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