Page 111 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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— Señor, al ocurrir que tu padre mi señor, me ha enviado a ti,
al ocurrir que Enmerkar, el hijo de Utu, me ha enviado a ti...
En este momento, el señor de Aratta, nuevamente con altane
ría, pues el hambre de su pueblo había sido calmada, le interrum
pió y le dijo:
—¿Tu señor? Su palabra no es nada para mí. ¡Qué más me da
lo que dijera después!
— Señor, ¿qué dijo mi rey? ¿Quieres saber qué dijo más? ¡Escu
cha lo que añadió!: «La base de mi cetro está en el puesto de la rea
leza, su corona da sombra protectora a Kullab, bajo su copa de ramas
siempre crecientes se refresca el recinto del Eanna, sede de Inanna.
Cuando haya cortado de ese gran árbol un cetro, que lo lleve y que
sea en su mano como si fuera de cornalina y lapislázuli y que lue
go el señor de Aratta me lo traiga.» Realmente dijo esto.
Después de haber oído aquellas palabras, el señor de Aratta
enmudeció. Dejando solo al mensajero, se retiró a la parte poste
rior de su dormitorio y estuvo allí, presa de un gran apuro. Llegó,
incluso, hasta rechazar todo tipo de alimento. ¡Tal era su preocu
pación! ¡El cetro!
Un nuevo día despuntó. El señor de Aratta continuó buscando
una solución. Hablaba consigo mismo, intentando hallar las pala
bras apropiadas que debía hacer llegar al señor de Uruk. Manejaba
soluciones que no eran prudentes usar. Iba vadeando entre pala
bras como en forraje de asno. Al final, se dijo mentalmente:
— «¡Bueno!, ¿qué habrá dicho el hombre al hombre? ¿Y qué más
habrá dicho el hombre al hombre, si son el uno como el otro?
¡Verdaderamente, que sea como el hombre dice al hombre!»
Tomada una decisión, mandó traer a su presencia al mensajero
de Uruk, a quien le dijo:
— Mensajero, cuando hayas hablado a tu señor y comentado
sobre ello, dile: «Que el cetro no sea de madera, ni llamado por el
nombre de madera, cuando un hombre lo haya puesto en su mano
y lo haya escudriñado, ¡que no sea álamo, que no sea madera de
kanaktu, que no sea cedro, que no sea ciprés, que no sea cedro hashur,
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