Page 114 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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dé un campeón! Que mi campeón se enfrente en combate singu
lar con su campeón, y ¡que el más fuerte se haga famoso! ¡Así será
conocido quién es más fuerte, si Aratta o Uruk!» ¡Vete y díselo!
Después de que así le hubo hablado, el mensajero salió de Arat
ta. Anduvo caminando por espinos y cardos, atravesando monta
ñas y sorteando peligros. Por fin llegó al enladrillado de Kullab y,
sin tiempo para el reposo, acudió a su rey para transmitirle el men
saje.
El mensajero que venía del País Alto tenía el rostro asustado,
como si se hubiera presentado ante él una enorme y silenciosa ser
piente. Habló a su rey a borbotones.
Enmerkar, el hijo de Utu, después de oír a su mensajero, alzó
el mentón, hizo un rictus con sus labios y se encolerizó. La inso
lencia del señor de Aratta le había colmado su paciencia. Desde su
trono, como el poderoso reventón de un pantano, le dijo a su men
sajero:
— Mensajero, descansa un poco, bien te lo mereces; pero vuel
ve otra vez a Aratta. Y, cuando hayas hablado con el señor de aque
lla ciudad, cuando hayas comentado sobre ello, dile como respues
ta: «Que las ropas no sean negras, ni blancas, ni marrones, ni grises,
ni verdes, ni iridiscentes, ¡déjame dárle paño sin teñir! M i cam
peón, el avisado campeón de Enlil, lo dejará para él como campeón.
Dejaré a mi campeón hacer combate singular con su campeón y
¡que el más fuerte se haga famoso!»
Dicho esto, el señor de Kullab, levantando a lo alto el índice de
su mano en señal de amenaza, y con el rostro demudado, se calló
unos instantes. Enseguida retomó la palabra.
— Mensajero, después de que hayas hablado con él y hayas
comentado sobre ello, dile también esto: «Que pase velozmente des
de el subterfugio hasta el cuándo. Dicho más claramente, que cese
en su táctica evasiva y ponga una fecha para el enfrentamiento de
los campeones. Desde su ciudad que los hombres caminen como
ovejas y que él les siga como su pastor. En su camino, en las mon
tañas de plata y lapislázuli que recojan para él lo que equivalga, de
plata y piedra, a una pila de una vara de alto. Además que traiga
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