Page 105 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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Tras  estas  palabras, y  viendo  que  no  era  interrumpido  por  el
     señor  de Aratta, el  mensajero  prosiguió  diciendo:
        — Lo  que  mi  señor Enmerkar tiene  que  decir es: «Que  no  ten­
     ga  que  hacer que  su  ciudad vuele  de  él como pájaros  de sus nidos,
     que  no  tenga  que  valorarla  al  precio  corriente  del  mercado  para
     esclavos, que  no  tenga  que  amasar polvo  en  ella como  en  una ciu­
     dad  destruida. Que Enki  no  tenga  que  maldecir a Aratta  como  un
     asentamiento  abandonado,  que  no  tenga  que  destruirla  también,
     como los lugares  que  otras  veces  ha  destruido, inanna  se  ha  alzado
     por ella, ha  gritado por ella, ha  emitido  lamentos por ella.  Que  no
     tenga que ahogarla además con una ola de inundación como las olas
     con  las  que  ella  ahoga, a  no  ser  que Aratta  empaquete  oro  en  for­
     ma  de  pepitas  én  bolsas  de  piel, haya  alineado  con  él  plata  purifi­
     cada  en  forma  de  polvo,  haya  añadido  sacos  de  piedras  preciosas,
     amarrado  bolsas  de  sillas  de  montar  en  los  lomos  de  los  asnos  de
     todas  las  montañas, y  no  me  lo  enviara  todo  a  mí,  cuya  imagen
     está  en  el  sagrado  corazón  de Enlil y  en  el de  Nudimmud. Que  el
     País Alto  de  inmaculados  puestos  sagrados  comience  la  construc­
     ción  para  mí.  Que  la  esté  haciendo  atractiva  para  mí  como  los
     árboles  de  seto, que  la  haga brillar para mí  con  rayos  multicolores,
     como  brilla  Utu  al  emerger  de  su  cámara  por  la  mañana  y  que
     haga  que  los  postes  ornamentales  de  las  puertas  se  abran  para  mí,
    jamba  tras jamba. Y   que,  cuando  en  todas  sus  cámaras  se  entonen
     canciones  sagradas  y  encantamientos,  me  recite  el  sortilegio  de
     Nudimmud.»
       Tras  dar  cuenta  literal  del  mensaje  de  Enmerkar,  el  mensajero
     le preguntó al señor de Aratta qué contestación debía llevar a Uruk.
     Le  insistió  acerca  de  ello.
       — Cuando  hayas  dicho  lo  que  tengas  que  decirme  como  res­
     puesta acerca de lo que te he transmitido, déjame anunciarle el men­
     saje  que me  has  de  dar. Debo transmitirlo  al vástago  que porta una
     barba como el lapislázuli, al que fue alumbrado por su madre, pode­
     rosa  vaca,  en  la  meseta  de  las  divinas  leyes  sagradas,  a  aquél  cuya
     simiente  se  ha  esparcido  en  la  tierra  de Aratta, al  que  fue  alimen­
     tado  con  la  leche  de  la  ubre  de  una  buena  vaca,  al  que  ocupa  el



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