Page 145 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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— Esclavo — le increpó— , ¿es tu rey el hombre que se ve allí,
más allá, encima de la muralla?
Birhurtur advirtió que Agga estaba aludiendo a Gilgamesh, que
no había subido a la muralla. Le respondió:
— El hombre de más allá no es mi rey, aunque podría serlo. Mi
rey es un señor poseedor de imponente rostro, con mirada de bison
te y con barba de lapislázuli, con dedos muy capaces, semejante a
un dios. Su vista aterra a unos y anima a otros. Además, si quisie
ra te capturaría en medio de tus tropas.
Agga no dio la menor importancia a las palabras del prisio
nero, que intentaba zafarse de sus vigilantes. El rey de Kish orde
nó a su tropa mantenerse expectante durante el asedio. De pron
to, los guerreros de Uruk salieron por millares fuera de la ciudad.
Se entabló una encarnizada lucha, pero los hombres de Gilga
mesh no fueron capaces de derrotar a los sitiadores, no pudie
ron hacerlos revolcar por el polvo. N o fueron capaces de aplas
tar a todos los montañeses que, como aliados, se hallaban entre
las tropas de Agga. En suma, tampoco fueron capaces de llenar
de polvo las bocas de los guerreros de las tierras bajas, también
aliados.
Además no pudieron llegar a la proa de la regia barca magurru
en donde se había situado Agga para controlar el operativo fluvial
del asedio a Uruk, ciudad a orillas del Eufrates. Los de Uruk no
pudieron tomar cautivo a Agga, el rey de Kish.
La lucha, sin embargo, continuaba. Se golpeaba por doquier.
Incluso Birhurtur había podido escapar y dando muestras de su
arrojo arremetía nuevamente con su maza.
Gilgamesh subió, por fin, a la muralla y se situó detrás del
armero de Uruk. La imponente majestuosidad del rey abrumó a
los ancianos y a los jóvenes de Kullab. Los hombres que, como
retaguardia, aún permanecían en el interior de la ciudad, impa
cientes, deseoso de entrar en combate, estrechaban entre sus bra
zos las armas de batalla. Tomaron posiciones en el camino cerca
no a la puerta principal. De improviso, Enkidu, el servidor de
Gilgamesh, salió por la gran puerta al frente de un pequeño con-
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