Page 140 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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suyos debido a los innumerables peligros, ¡tú nunca volverás! ¡No
te atrevas a ir!
Al amanecer de un día, cuando se vislumbraba el alba recorta
da en las montañas, cuando en las ciudades las gentes todavía no
tenían que levantarse, Lugalbanda partió para Kullab. A pesar de
los reproches que se le habían efectuado, los corazones de sus her
manos lloraban sonoramente, los corazones de sus camaradas se
sentían golpeados por el dolor.
Lugalbanda se encaminó sin provisiones para el largo viaje, sólo
echó mano de su arma. En su camino hacia el país de Sumer cru
zó por las bases de las montañas, por las laderas de las montañas,
anduvo por mesetas, desde una a otra punta de Anshan. Atravesó
cinco montañas, seis montañas, siete montañas. Por fin, hacia la
medianoche, antes de que Inanna se hubiera acercado a su sagrada
mesa, repleta de ricos manjares, el héroe puso felizmente el pie en
Kullab, construida de ladrillos.
Llegado allí, su señora, la sagrada Inanna, motivada por su ale
gre corazón, le hizo venir ante ella. Él se inclinó, se postró ante
ella y al igual que la diosa mira a su pastor Amaushumgalanna,
ahora miraba así al sagrado Lugalbanda. Com o ella habla a su
asistente Shara, le hablaba así también al sagrado Lugalbanda.
—Ven, mi Lugalbanda, ¿por qué has traído instrucciones de la
ciudad y cómo fuiste capaz de venir totalmente solo desde Aratta?
V El sagrado Lugalbanda le contestó diciendo:
— Tu hermano, Enmerkar, hijo de Utu, dijo: «En su momento
y lugar mi noble hermana, la sagrada Inanna, en verdad, me ima-
__ ginó en su sagrado corazón desde la cima de la montaña y me
hizo entrar en Kullab, construida de ladrillos...»
Lugalbanda fue repitiendo una a una las palabras de Enmerkar,
tanto las que había dirigido a su hermana Inanna, como a él.
— ¡Sí, Inanna! Mi señor Enmerkar tiene miedo por la presen
cia de los nómadas martu. Uruk y Kullab podrían ser vencidas
por esa horda incivilizada que no sabe comer pan. Además, el ejér
cito lo tiene en la lejana Aratta. La ha asediado durante un año
sin éxito. Mi rey, señora mía, está desmoralizado; sin embargo las
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