Page 135 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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leaste  no  ose  decir de  ti: «¡Que  venga!» Y   cuando  hayas  hecho  m |
      retrato  con  nitidez  y  colocado  como  estatuas  para  ser  admirado|
      mi  fama  hará  una  espléndida  aparición  en  Sumer  y  serán,  comol
      corresponde, situadas  en  los  templos  de  los  grandes  dioses.  ¡Hága­
      se  así!
         El Pájaro, después  de  repetir las  palabras, una por  una, tal  como
      las  había  enumerado  Lugalbanda, finalizó  su  alocución  diciendo:
         — Lugalbanda, que para ti las  resecas  tierras se rompan espontá­
      neamente  como  si  los  pisaran  zapatos  y  que  las  profundas  aguas
      del Eufrates, como  si fueran  una simple  zanja, traten  gentilmente  a
      tus  pies y  a  tus  piernas.
         Concedida  la petición  que  le  había  hecho  Lugalbanda, el Pája­
      ro del Trueno se dio a la tarea de que Lugalbanda arribara sin nove­
      dad junto  a  su  tropa.

         Viajando, pues, el  héroe, sin  sus  provisiones  de  viaje, que  había
      dejado  en  el  nido  para  alimento  y  adorno  del  polluelo, sólo  echó
      mano  de  su  arma. Por arriba, en lo  alto, volaba  el  Pájaro  del True­
      no, por  abajo  iba  Lugalbanda. Desde  arriba  el  Pájaro  con  sus  ojos
      vio  a  las  tropas  de  Uruk; desde  abajo, Lugalbanda, fijando  sus  ojos
      en  el  horizonte, vio  el  polvo  levantado  por sus  hombres.
         El  Pájaro  del Trueno,  con  su  poderosa  y  resonante  voz,  dijo  al
      sagrado  Lugalbanda  desde  el  aire:
         — Ven, mi  Lugalbanda, déjame  aconsejarte,  déjame  decirte  una
      palabra.  ¡Préstame  atención  a  esto!  Lo  que  te  he  dicho, las  cualida­
      des  que  he  decretado para ti, no  deberías mencionarlas a  tus  cama-
      radas,  no  deberías  mostrárselas  a  tus  hermanos.  Hacer  un  favor  es
      llamar  al  mal  en  su  corazón.  En  verdad, así  es.  Un  favor  hecho  a
      otra  persona  hará  que  otros  la  envidien. Me  marcharé  a  mi  nido.
      ¡Tú, vete  con  tus  tropas!
         El  Pájaro  se  apresuró  a  su  nido.  Lugalbanda  dirigió  sus  pasos
      adonde  estaban  sus  camaradas.  Como  un  pájaro  u  que  emerge  de
      un prístino  cañaveral, como  una  criatura  lahamu saliendo  del Abzu,
      como  un hombre  sacado  del  cielo  y puesto  sobre la  tierra, caminó
      Lugalbanda  hasta  el  centro  de  la  falange  formada  por  sus  herma­


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