Page 136 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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nos. Éstos, al verle, lanzaron exclamación tras exclamación. Sus her­
     manos le  agotaron  a  preguntas:
        —Vamos, Lugalbanda,  desde  que  las  tropas, desde  que  nosotros
     te  dejamos  como  un  hombre  muerto  a  causa  de  las  heridas  de  la
     batalla, desde  que te  dejamos  con provisiones para unos pocos días,
     ¿cómo  fuiste  capaz  de  caminar  hasta  aquí,  atravesando  las  grandes
     colinas, donde un hombre solo no debe caminar, de donde tal hom­
     bre  no  regresa junto  a  sus  hombres?
        Sus hermanos, las  tropas  de Uruk  no  comprendían  cómo  había
     podido  escapar a  una muerte segura. De  hecho, lo  habían  dejado  a
     5u suerte, como  si ya  estuviese  muerto. De  nuevo  sus  camaradas le
     agotaron  a preguntas:
     -  —De los  ríos  de  las  montañas, madres  de la  abundancia por sus
     iguas,  al  ocurrir  que  todos  su  márgenes  están  distantes  de  donde
     corre  el  agua, a  causa  de  la  escabrosidad  del  terreno, dinos: ¿cómo
     bebiste  de  sus  aguas?  ¿Cómo  la  sacaste?
        El  sagrado  Lugalbanda  les  contestó:
        —Bebí  el  agua  de los  ríos  de  las  montañas, madres  de  la  abun­
     dancia, a  pesar  de  que  todos  sus  márgenes  estuvieran  separados  de
     donde  está  el  agua. La pude beber tras  descansar  en  el suelo  sobre
     mi  espalda.  Bebí  el  agua  como  si  la  sacara  de  un  pellejo  de  vino.
     Además,  aullé  como  un  lobo,  comí  hierba.  Piqué  cosas  del  suelo
     como  una  tórtola, comí  las  bellotas  de  la  montaña.
       Lugalbanda  — ¡era  evidente!—   no  quería  contar  nada  a  sus
     camaradas. Deseaba seguir el  consejo  del Pájaro  del Trueno. Habla­
     ba de  modo  inconexo, a fin  de  que  los  que le  preguntaban  pensa­
     sen que estaba desvariando en fantasías provocadas por la fiebre que,
     sin  duda, le  habría  atacado  después  de  haber sido  herido  y  dejado
     en la  montaña.
       Sin  embargo, los  hermanos  y  camaradas  de  Lugalbanda  recha­
     zaron lo  que él les dijo. Se apiñaron como  gorriones ante las  nubes
     de tormenta  que  está  en  ciernes, y  como la  cría del pájaro gamgam
     que  está  en  su  nido, le  alimentaron y le  dieron  de  beber. Lograron
     que  la  enfermedad  del  sagrado  Lugalbanda  le  abandonara,  desapa­
     reciera.


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