Page 146 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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tingente de guerreros, mientras Gilgamesh se asomaba desde la
muralla para examinar la situación del combate. Agga, el rey de
Kish, le vio. Elevando su voz se dirigió a Enkidu, impetuoso en
su salida militar:
— Esclavo, ¿es tu rey el hombre de ahí arriba?
— ¡Es, como dices, mi rey! — le vociferó Enkidu.
Y de pronto, presa de ardor, el servidor de Gilgamesh y sus gue
rreros fueron derrotando a los sitiadores, les hicieron revolcarse por
el polvo, los aplastaron, les llenaron la boca de polvo. Se pudo ir
hacia la barca magurru y derribarla. Se cogió prisionero a Agga, el
rey de Kish, en medio de sus tropas.
Introducido en la ciudad, Agga fue tratado con toda deferencia
y cortesía por parte de Gilgamesh, correspondiendo así a una anti
gua deuda de gratitud que tenía pendiente con el rey de Kish. Gil
gamesh tomó la palabra y le dijo:
— ¿Eres Agga?
— Lo soy.
— ¿Eres mi sargento? ¿Eres mi capitán? ¿Eres mi general? — pre
guntó Gilgamesh, quien continuó diciendo:
— Agga, saciaste de grano al ave que huía. Agga, me diste la
vida. Agga, me devolviste la salud. Agga, cargaste al fugitivo sobre
tu cadera.
Oídas aquellas palabras que rememoraban tristes hechos pasa
dos, y a los que había podido sobrevivir Gilgamesh gracias al rey
de Kish, éste le respondió con todo respeto:
— De Uruk, obra de las manos de los dioses; de su gran mura
lla a modo de una nube descansando sobre la tierra, de su morada
augusta puesta en pie por el dios An, eres tú quien se cuida. ¡Te ha
sido confiada a ti! ¡Eres su intrépido rey, su espléndida cabeza, el
príncipe amado de An!
Luego, tras agasajarlo adecuadamente, como convenía a su rea
leza, Gilgamesh dejó que Agga se fuera libremente a Kish, dicién-
dole en su despedida:
— ¡Ante Utu, el dios sol, el dios de la justicia, te he correspon
dido a un antiguo favor que recibí de ti! ¡Estamos en paz!
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