Page 164 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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Enlil envió también a Eresh quesos curados, quesos frescos, que­
      sos  aromatizados, variadísimos productos  de  todo  tipo  derivados de
      la leche, miel blanca, miel endurecida, los más dulces productos, tan­
      to  ligeros  como  espesos.
         Asimismo,  envió  frutas  de  numerosas  clases:  dátiles, higos, pesa­
      das  granadas,  cerezas,  ciruelas,  nueces  de  halub,  pistachos,  bellotas,
      dulces  dátiles  de  Dilmun  en  cestos,  racimos  de  fruta  de  oscuros
      tonos, gruesos  racimos  de  uvas  tempranas, frutos  exóticos  colgados
      en  sus  ramas,  ramos  de  árboles  frutales  de  todas  las  estaciones,  los
      más  diversos  frutos  de  los  huertos.
         Enlil  envió  en  pesados  cargamentos  a Eresh  gemas  procedentes
      de  Harali, de  aquel  país  lejano, tomadas  de  sus  almacenes; también
      topacios,  oro, plata, lapislázuli, venidos  igualmente  del  País Alto.
         Ninmah  y  el  mensajero  Nuska  iban  acompañando  aquellos
      valiosísimos regalos personales y riquezas que Enlil enviaba a Eresh.
      El  polvo  de  la  caravana  que  los  transportaba  se  elevaba  alto  en  el
      cielo  formando  como  espesas nubes  de lluvia. Antes  de  que hubie­
      sen  llegado  a  presencia.de  Nanibgal  en  Eresh, los  infinitos  regalos
      de  boda llegaron  a  desbordar  a la propia  ciudad, dada  su  abundan­
      cia. Todo  se  llenó  con  aquellos  presentes, incluso  los  caminos  más
      alejados.
         Nuska  trató  con cortesía a Nanibgal, la suegra de Enlil, a la que
      éste  había  ofendido, tiempo  atrás,  en  la  persona  de  su  hija.
         La diosa, sin hacer mucho caso a las atenciones de Nuska, se diri­
      gió  a  su  hija  y  le  dijo:
         — Tú  serás  la  esposa  preferida  de  Enlil.  ¡Ojalá  que  te  trate  dig­
      namente!  Que  te  guarde  en  sus  brazos  y,  como  a  la  más  hermosa
      de  todas, te  diga:  «¡Querida, déjame  tomarte!»  ¡No  olvides  las  risas
      y los juegos amorosos, prolóngalos mucho tiempo!  ¡Haced el amor
      sobre  la  colina  y  procread  hijos!
         Viendo  que  Sud se  ruborizaba  oyendo  aquellas palabras, Nisaba
      cambió  el  tenor  de  sus  consejos.
         — Hija, que la  riqueza  te  preceda  allí, a  tu  entrada  en la casa de
      Enlil, y  que  siempre  te  acompañe  la  alegría.  Que  el  pueblo  entero
      te  abra  el  camino  en  tu  ruta  y  que, sabiéndolo  el  pueblo, se  cum-


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