Page 167 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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en un grandioso y complejo contexto mítico, que deja adivinar las encar­
        nizadas luchas mantenidas entre Sumer y las regiones norteñas a media­
        dos  del  tercer milenio  a.C.  La  composition pudo  haber sido  escrita  en
        tiempos  de  Gudea  de  Lagash,  hacia  el  2 i 40  a.C.,  si  bien  sus  copias
       — más de 200 instrumentos entre tablillas y fragmentos, con aditamentos
        en acadio—  pertenecen a  tiempos  muy posteriores que  llegaron a  alcan­
       zar,  incluso,  la  época seléutida.


       — ¡Rey!  ¡Luz resplandeciente y soberana!  ¡Ninurta!  ¡El primero!
     ¡Dotado  de  una  fuerza  sin  igual!  ¡Tú,  que,  solo,  has  trastornado  la
     Montaña!  ¡Cataclismo!  ¡Serpiente  pitón  tenaz  que  te  lanzas  contra
     la región rebelde!  ¡Héroe, siempre presto  a pelear con vigor!  ¡Señor
     de  poderoso  brazo, siempre  dispuesto  a  blandir  el  arma  mortífera,
     que  corta  como  las  espigas  las  cabezas  de  los  revoltosos!  ¡Ninurta,
     rey,  hijo  que, por  tu  prestancia,  encantas  a  tu  padre!  ¡Héroe,  que
     cubres la Montaña como  el Viento del Sur!  ¡Ninurta, aureolado  con
     el Arco  iris y cuyos  ojos  fulguran!  ¡Nacido  del príncipe  de la barba
     de  lapislázuli,  plena  de  rizos!  ¡Poderoso  como  un  león,  serpiente
     que lanza su  boca  a  modo  de  dardo, huracán  que  revienta!
       — ¡Ninurta!  ¡Soberano  que  Enlil,  en  persona,  ha  elevado  a  lo
     muy  alto!  ¡Héroe, que  aprisionas  a  tus  enemigos  con  tus  redes  de
     combate!  ¡Ninurta, cuya sombra terrorífica se extiende sobre el país,
     que  hundes  en  la  oscuridad  a la  región  rebelde  y  asedias  sus  ejér­
     citos!  ¡Rey  Ninurta,  hijo  que  propagas  el  culto  de  tu  padre  hasta
    los  lugares  más  remotos!  ¡Voy  a  cantar  tu  hazaña!


       Un  día  Ninurta se hallaba sentado  sobre  su  augusto  trono, des­
     de  donde  difundía  un  aura  sobrenatural. Estaba  asistiendo,  muy  a
    gusto y con regocijo, a una fiesta celebrada  en su honor. Junto  con
    los  grandes  dioses An  y  Enlil  rivalizaban  en  apurar  a  grandes  tra­
    gos la  exquisita y generosa bebida. Finalizada la fiesta y mientras la
     diosa  Baba,  deferente,  murmuraba  plegarias  en  favor  del  rey  de
    Lagash y Ninurta, el hijo  de  Enlil, se  disponía  a  decretar los  desti­
    nos, he aquí que Sharur — el arma mágica de Ninurta—  dejó, des­
     de  allí  arriba, vagar su  mirada sobre  la  Montaña.


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