Page 172 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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pites en afrontar una batalla tan colosal. ¡Detente!  ¡Porque es, en ver­
     dad,  el Asakku  quien  te  espera  sobre  la  Montaña!
       Dichas  estas  palabras, el Arma  Sharur todavía  prosiguió  hablán­
     dole  a  Ninurta  para prevenirle  y ponerle  en  guardia  sobre  el peli­
     gro  que  comportaba  una  lucha  contra  el  terrible Asakku.
       — ¡Héroe, tan maravillosamente coronado!  ¡Primogénito de Enlil
     y  adornado  por  Ninlil, tu  madre,  con  atributos  sin  fin!  ¡Auténtico
     Señor,  nacido  de  un  pontífice  y  de  una  gran  sacerdotisa!  ¡Héroe,
     que  despliegas  los  cuernos  como  los  del  creciente  lunar,  tú  que
     garantizas  larga  vida  al  rey  de  Sumer, tú  que, por  tu  alta  y  sobre­
     natural  fuerza,  abres  el  cielo;  marejada  alta  que  sumerge  la  tierra!
     ¡Ninurta, terrorífico  Señor que  te lanzas  contra la Montaña, augus­
     to campeón sin igual!  ¿Podrás tú, ahora, sostener el choque del Asak­
     ku?  ¿Igualarás  al Asakku?
       Luego  de  estas  alabanzas  y  preguntas  — estas  últimas  todas  una
     seria  advertencia— ,  el Arma  mágica  le  aconsejó  a  su  Señor:
       — ¡No!  ¡No  envíes  tus  tropas  a  la  Montaña,  oh  Ninurta!
       Mas  el  héroe,  hijo  y  orgullo  de  su  padre,  el  muy  sabio,  salido
     de  un  elevado  pensamiento, el  Señor Ninurta, dotado  de  una gran
     inteligencia, dios  sutil, levantó  la  pierna y  montó  sobre  su  onagro.
     Reuniendo sus tropas, esparció a continuación su desmesurada som­
     bra  sobre  la  Montaña. Y  luego,  hizo  subir  a  sus  tropas  allí,  contra
     sus  habitantes.
       Alcanzada la  frontera, pudo  traspasarla  sin  obstáculo  alguno. Yen­
     do  a la  cabeza  de  sus  guerreros, atravesó  la  región  rebelde. Dio  una
     orden  a  su Jabalina y  ésta, por sí  misma, vino  a ponerse  a  su  costa­
     do; volvió  a dar otra orden a su Maza y ésta se introdujo  en  su  cin­
     turón. Después, con brío, se apresuró hacia el campo de batalla, para­
     lizando  de  terror  al  cielo  y a  la  tierra. Aprestó  Lanza y Escudo  y  la
     Montaña  se  hundió;  se  aplastó  ante  la  masa  de  los  belicosos  regi­
     mientos  de  Ninurta. Y  cuando  el  Héroe  puso  en  su  lugar su  Maza,
     el  Sol  no  brilló  más, la  Luna  se  retiró, se  tiñó  de  negro  y  el  día  se
     volvió  como  la  pez,  mientras  Ninurta  avanzaba  hacia  la  Montaña.
       Entonces, desde  el  frente  del  combate, el Asakku  se  lanzó  con­
     tra  él  y,  a  modo  de  maza  de  guerra,  agarró  el  cielo  por  su  base.


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