Page 175 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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la Montaña. Contra ella dirigió su Jabalina. El Señor levantó su
brazo hacia las nubes y el pleno día se volvió noche oscura. Bra
mó como un huracán y arrojó la Jabalina contra la Montaña. A con
tinuación desencadenó torbellinos de polvo. Su choque golpeó a
la Montaña como un aguijón.
Por su parte, Sharur, habiendo hinchado los vientos hasta el cie
lo, dispersó las poblaciones y las despedazó como una fiera ham
brienta. Con su veneno, devastó totalmente las ciudades. Su maza,
quebrantadora, puso fuego en la Montaña, su arma, de mortíferas pun
tas, pulverizó los cráneos, su hacha destripadora rechinó los dientes.
Cuando Ninurta hubo plantado su Jabalina en tierra, las grietas
se llenaron de una sangre que los perros lamieron como la leche.
Los enemigos, trastornados, gritaban a sus mujeres y a sus niños:
«¿No habéis implorado clemencia al Señor Ninurta?»
El Arma mágica continuaba envolviendo con un espeso polvo
a la Montaña, pero nada hacía temblar el corazón del Asakku. Así
que, por ello, Sharur, echando los brazos alrededor del cuello de
Ninurta le dijo:
— ¿Qué cosa incomparable te espera, héroe? No podrás nunca
atacar el propio corazón de la Montaña. Es macizo como una tem
pestad, Señor Ninurta, hijo de Enlil. Es como un tumor malsano
que supura. Es tan horroroso como la lepra en la cara. Tiene el habla
trastornada, no obedece jamás. Es casi un dios el que se opone a
ti. Es una bruma que cae sobre la tierra: la lesiona como el álcali.
Caza delante de ella los onagros de las montañas. Su terrible res
plandor ardiente hace arremolinarse el polvo y hace llover aguace
ros de pedriscos. En la región rebelde es un león de feroces dien
tes, al que nadie puede capturar. Todo, hasta lo más insignificante,
lo ha entregado al Viento del Norte para que lo aniquile. Ha hecho
suprimir el ganado por el demonio Lilu, ha desecado la tierra. Su
ciclón ha eliminado a las gentes de modo irremediable. ¡En pre
sencia de un enemigo que no tiene corazón, da media vuelta, oh
vigoroso héroe!
Pero el Señor Ninurta prosiguió con sus gritos, vociferando sin
parar contra la Montaña. Desdeñoso de los clamores de la región
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