Page 178 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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las aguas pujantes con paredes rocosas: en adelante no subirían más
desde la tierra llana hacia las alturas.
Todo lo que estaba disperso lo reunió: las aguas diseminadas en
lagos, en la Montaña, las mezcló todas juntas, y las abocó al Tigris,
para que cubrieran, en inundaciones primaverales, la tierra arable.
Desde entonces, el contenido entero del universo hasta el borde
de la tierra, bajo la copa del rey del país, gozaría de los beneficios
del Señor Ninurta.
A la tierra arable, le asignó el cultivo de la cebada abigarrada.
De los jardines y huertos hizo salir los frutos, llenó los silos con
montones de granos. Fuera del país, instaló establecimientos comer
ciales. Así contentó los deseos de los dioses, los cuales, a porfía,
proclamaron la alabanza del padre de Ninurta.
Sin embargo, ese día, Ninurta entristeció el corazón de una
mujer: su madre, Ninmah, que perdió el sueño en su tálamo en don
de — recordaba ella— le había concebido. Vestido su cuerpo con
un vellocino de lana, parecido a una oveja, una oveja todavía sin
esquilar, ella se lamentaba amargamente de que se le hubiese cerra
do la Montaña.
— El Señor — decía con tristeza— , al cual la Montaña no ha
podido aguantarle su fuerza sublime, el sublime Héroe, al que nadie
puede acercársele cuando su furor se inflama, tempestad que se^N
abate, derramando su veneno sobre la tierra, el Señor, el «soplo»
de Enlil, digno de la corona, el campeón colocado” muy alto para
recibir órdenes, ha pasado prestamente ante mí después de haber
triunfado. Ha pasado, sin decirme nada, mi hijo del que mi espo
so me dejó encinta y que con tantos dolores había dado a luz para
mi marido.
Tras gemir unos instantes, lamentándose desconsoladamente,
Ninmah continuó diciendo:
— ¡Jamás se me ha hecho una afrenta semejante! El hijo de Enlil
ha pasado delante de mí, sin siquiera dirigirme una mirada. Cuan
do este personaje haya abordado a los demás dioses en el Eshu-
mesha, su santuario preferido, iré, sin dudarlo, a encontrar a ese
pretencioso señor. Iré a visitar sola a ese hombre presuntuoso, yo,
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