Page 181 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
P. 181
Sagkal, apostrofando también a la Piedra- Gulgul y a la Piedra- Sag
gar. Contra ellas pronunció la siguiente maldición:
— Piedra- Sagkal, puesto que en el curso del combate te has pre
cipitado contra mí, Piedra- Gulgul, puesto que has matado a mis
soldados, Piedra-Saggar, puesto que has sacudido tu cabeza con vigor
contra mí y que contra mí, el Señor, has rechinado los dientes, ¡escu
chad!: \Pieáxa.-Saggar, será la Piedra-Sa^ka/ la que te debilitará y la
Piedra-Gulgul la que te pulverizará, atrevido mocetón! Que seáis
apartadas como valores irrisorios. Que seáis presas, en vuestras casas,
de un hambre tal que tengáis que mendigar vuestro pan en vues
tra propia ciudad. Que seáis vulgares, que seáis guerreros castrados, y
que se os repita vuestro nombre a cada triquitraque: ¡Desapareced
deprisa! En adelante, en virtud del destino que os decreto, se os
llamará en el país «Mercancía mediocre». ¡Así será!
Después el rey se volvió hacia la Diorita y expresándose con
solemnidad, desde el fondo del corazón, Ninurta pronunció la
siguiente bendición:
— Diorita, tu ejército ha cambiado de campo en el curso de
la batalla: tú te has disipado ante mí, como una espesa niebla, sin
cometer violencia, sin arrojarte sobre mí. «Mal haya la mentira
— decías tú— , el único héroe es el Señor. ¿Quién te puede igua
lar, Ninurta, hijo d¿ Enlil?» ¡Y bien! Se te irá a buscar a lo más
alto de la Montaña y se te transportará aquí, a esta casa, desde los
macizos de Magán. Y tú, que cortas como cuero el cobre más
resistente, tú me convendrás a pedir de boca, a mí, el Señor, y a
mi bravura. Cuando un rey, célebre para siempre, quiera tallar de ti
estatuas eternas a fin de erigirlas allí donde se hacen las libaciones,
en este plácido santuario de mi Eninnu, la «Casa Cincuenta», tú
estarás colocada en tu lugar.
A continuación el rey se volvió hacia la Piedra común-«d y ara
ñándole su superficie, Ninurta pronunció la siguiente maldición:
— Piedra común, puesto que has anhelado quitarme mi lugar,
puesto que has osado echar suertes sobre mis privilegios, ¡escucha!:
Permanece revolcada en el suelo como un puerco, mientras se te
esté trabajando. Queda pasiva, sin que se te utilice para nada y aca-
- 187 -