Page 176 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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rebelde, no prestaba ninguna atención. Todo lo que había destrui
do el Asakku, lo redujo a la nada. Quiso además aplastar la cabeza
a todos sus enemigos y hacer gemir a la Montaña. Como un sol
dado al pillaje, no cesaba de dar vueltas de un lado a otro.
Desde lo alto, el Asakku, como un pájaro de presa, lanzaba sobre
Ninurta miradas furibundas, reduciendo a la región rebelde al silen
cio y a la inmovilidad.
Pero Ninurta, llegado junto a su enemigo, lo envolvió como
una ola y, una vez debilitado el resplandor ^ sobrenatural del Asak
ku, lo capturó. De inmediato, lo arrojó hacia abajo, después lo lan
zó hacia lo alto, sacudiéndolo y desparramándolo como el agua,
sobre la Montaña. Lo escardó como se hace con los juncos, lo arran
có como a las cañas. Después, recubriendo toda la región con su
propio esplendor, trituró al Asakku como cebada torrefacta, para
luego castrarlo y partirlo en pedazos como se hace con los ladri
llos. Al igual que hace el alfarero con los carbones, él amontonó
sus restos como una pila de desperdicios. Los amontonó como si
fuera una carga de adobes, como barro aplastado.
De esta manera el Héroe cumplió el deseo de su corazón.
Entonces el Señor Ninurta pudo respirar, aliviado.
En la Montaña, en donde el día estaba declinando, Utu, el dios sol,
le rindió un saludo. Tras ello, el Señor purificó su Tahalí y su Maza y
lavó la sangre que había teñido su Arma; se quitó el sudor de su fren
te y, a continuación, reclamó muy alto el cadáver del Asakku.
Y, cuando hubo hecho de su enemigo el resto de un naufragio
balanceado por el oleaje, los dioses del país vinieron a él y cual
onagros agotados, cayeron a sus pies, diciéndole:
— Hemos venido ante ti para celebrar tu gloriosa proeza. ¡Ninur-
ta, hijo de Enlil, te saludamos, te aplaudimos!
Desde toda su altura, Sharur, el Arma mágica, le dirigió tam
bién este elogio a su Señor:
— ¡Señor! ¡Majestuoso árbol mes, crecido en un campo irriga
do! ¿Quién te igualará, Héroe? Jamás se ha encontrado a nadie tan
perfecto, tan digno como tú, oh rey, para sentarse sobre el trono.
De ahora en adelante, nadie en la Montaña osará rebelarse contra
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