Page 179 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
P. 179

la  reina. Me  presentaré  ante  él  y  le  diré:  «¡Heme  aquí!»  Él  deberá
     recibirme  en  el  campo,  me  recibirá  ese  magistrado  de  Enlil, ^ese
     gran  héroe,  orgullo  de  su  padre.
        Así, la noble  dama  enunciaba su  propósito  con  ceño  serio. Y  así
     lo  formuló  en  presencia  de  Ninurta, su  hijo.
        Oídas  las  palabras  de  Ninmah, Ninurta la  miró  con  ojos  bené­
     volos  y le  dijo:
        — Señora, puesto que has querido alcanzar la Montaña y seguir­
     me, Ninmah, hasta la región rebelde, sin abandonarme nunca, inclu­
     so  en  medio  de  los  horrores  de  la  guerra, del  montón  en  el  que
     he  apilado  a los  guerreros abatidos, que  su  nombre  sea, en lo  suce­
     sivo, hur-sag, esto  es, «los  montes», y  que  tú  seas la  nin, la «Señora».
     Tal  es  tu  destino  preparado  por mí, Ninurta: ¡que  así  sea!  De  aho­
     ra en adelante  se  te  dirá siempre  Ninhursag, la  «Señora  de los mon­
     tes».
        Tras haberle asignado a Ninmah su nuevo nombre, Ninurta tuvo
     todavía más  palabras  para  su  madre.
        — Las  cañadas  de  estas  montañas  te  producirán  hierbas  aromáti­
     cas, las  orillas  te  abastecerán de vino y miel, las pendientes te  harán
     crecer  cedros, cipreses,  enebros  y  bojes. Este  territorio  te  procurará
     hermosos frutos maduros, cual un jardín. Y en sus alturas  habrá para
     ti  abundancia de perfumes divinos. Para ti se le  extraerá plata y  oro,
     con  los  que  se  fabricarán hermosas joyas. Se le hará fundir  cobre  y
     estaño, que se te entregarán como tributo. Allí se multiplicará el gana­
     do  y  te  serán suministrados prolíficos  cuadrúpedos.  ¡Reina  igualada
     a  An, y  dotada  como  él  de  un  terror  temible,  diosa  augusta,  que
     detestas  las  habladurías,  noble  mujer,  Señora  de  los  montes,  Lugar
     puro, Señora del parto, acércate, oh soberana, y que se te celebre, por­
     que  yo  te  he  otorgado  los  me, los  augustos poderes!
        Después  de  que  el  Señor,  recorriendo  a  grandes  pasos  el  tem­
     plo  de  Nippur, hubo  determinado  así  el  destino  de  la  Montaña, y
     otorgado un nuevo nombre a su madre, se presentó Aruru, la noble
     dama, la  soberana  de  las  matrices,  que  aventajaba  a  todas  por  su
     función  sagrada, la  hermana  querida  de  Enlil. Ante  el  dios, hallán­
     dose  de  pie, dijo Aruru:


                                -   185  -
   174   175   176   177   178   179   180   181   182   183   184