Page 168 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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El Arma del Señor exclamó a su rey:
— ¡Señor, colocado más alto que todos los demás reyes! ¡Ninur
ta, de palabra inalterable, de decisiones imprescriptibles! ¡Rey mío!,
cuando el Cielo hubo impregnado a la verdeante Tierra, ésta le
trajo al mundo al Asakku, ese grosero ser. Le trajo un hijo que sin
sentarse sobre las rodillas de una nodriza ha succionado la podero
sa leche maternal. Tampoco al Asakku lo ha educado ningún padre.
El asesino de la Montaña es él: intrépido barbudo, de rostro agre
sivo, hombre arrogante, orgulloso de su anchura de espaldas.
Después de indicarle Sharur a su rey Ninurta el nombre de aquel
culpable, también le señaló que el terrible Asakku era el progeni
tor de la población de la Montaña, que era el padre de la colecti
vidad de piedras que la formaban.
— Pero yo — continuó hablando el Arma sagrada— , mi rey, héroe
semejante a un toro, yo estoy de tu parte, quiero ponerme de tu lado.
Rey mío, bondadoso en tu ciudad, el más ingenioso a los ojos de
tu madre, que sepas que el Asakku, acoplado a la Montaña, ha obte
nido una copiosa descendencia de piedras, las cuales, unánimemen
te, han aclamado como su rey a la Piedra- U, que levantaba a lo alto
sus cuernos entre las demás, igual que un uro gigante.
Dicho esto, y después de respirar profundamente, prosiguió:
— Y es la belicosa Piedra Alabastro, oh Ninurta, quien se ha
puesto a saquear las ciudades de la Montaña, de acuerdo con las Pie
dras Su, Sag-kal, Diorita y Hematite. A esas ciudades, en la Monta
ña que él había deforestado, el Asakku las ha amenazado con sus
dientes de tiburón. Ante su prepotencia sus dioses políados hubie
ron de someterse a él. Sin moverse del sitio y con la ayuda de su
propio jefe él se ha erigido allí un trono. También ha pretendido
resolver soberanamente, como tú, los asuntos del país, sin que nadie
se atreviese a reaccionar ante su melammu, su resplandor sobrenatu
ral, y pudiese oponerse a sus fechorías monstruosas, porque todos,
con terror, se estremecían de espanto.
Ninurta escuchaba con toda atención a su Arma sagrada Sha
rur, la cual seguía poniéndole en antecedentes.
— Volviendo entonces los ojos hacia la Montaña, este Asakku
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