Page 218 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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en  el ajo  picante, de penetrante  olor. Eran seres  que  no  consumían
    ni  pescado  ni  puerros.
       Contra  el  rey,  contra  Dumuzi  iban  un  par  de  demonios  de  la
    ciudad  de  Adab,  cardos  de  ciénaga,  zarzas  de  agua  nauseabunda,
    con  su  mano  en  la  mesa  y  la  lengua  en  el  palacio,  esto  es, soplo­
    nes  de  estómago  agradecido.  Igualmente,  tras  él,  iban  un  par  de
    demonios  de  la  ciudad  de Akshak, portadores  de  collares  de  cuen­
    tas, en  forma  de  mosca, alrededor de  sus  cuellos. También iban  tras
    él  un  par  de  demonios  de  Uruk,  con  su  cintura  ceñida  de  mazas
    para  machacar  cabezas. Avanzaban  tras  Dumuzi  un  par  de  demo­
    nios  de  Ur, revestidos  con  ornamentos  y  vestidos  brillantes. Toda­
    vía  también  iban  tras  él  un  par de  demonios  de  Nippur, los  cuales
    se  acercaban  al  redil  gritándose,  excitados,  el  uno  al  otro:  «¡A  por
    ellos!  ¡No  dejemos  ningún  animal!»
       — ¡Corred, deprisa, corred!  — decían  los  demonios, encarnán­
    dose  al  redil— .  ¡Allí  seguramente  debe  esconderse!
       En  su  camino  hacia  el  redil,  tras  haber  perseguido  a  Dumuzi
    de  ciudad  en  ciudad y  haber  causado  muertes  y  daños  sin  cuento,
    los  demonios  llegaron  junto  a  Geshtinanna.  Sin  hacerle  ningún
    daño, le  dijeron  para  ganarse  su  confianza:
       — Geshtinanna,  te  daremos  los  ríos  con  sus  altas  aguas,  te  dare­
    mos  los  campos  repletos  de  grano, si  nos  dices  dónde  está Dumuzi.
       Ella  no  dijo  nada.  Con  un  gesto  de  su  cabeza  no  aceptó  aque­
    llas  promesas.
       Los  pequeños  demonios  dijeron  entonces  a  los  grandes  demo­
    nios, los  demonios  más  maliciosos  a  los  más  torpes  y  groseros:
       — Un  sabio  privado  de  memoria, un  camino  que  no  conduzca
    a  ninguna parte y una  hermana que  descubra el refugio  de  su  her­
    mano, ¿quién ha visto jamás eso? Mejor vayamos a encontrar al ami­
    go  de  Dumuzi.
       Dicho  y  hecho.  Los  demonios  localizaron  sin  ninguna  dificul­
    tad  a  su  amigo. Le  ofrecieron  los  ríos  con  sus  altas  aguas, los  cam­
    pos repletos de  grano  a cambio  de la información  deseada. El ami­
    go  aceptó  el  agua  de  los  ríos  que  le  fue  ofrecida  y  los  campos  de
    grano  que  le  prometieron. Y  les  dijo:


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