Page 214 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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jQue mi madre Durtur grite! Que mi madre grite: «¡Nunca más
le traeré cinco panes!» Que mi madre grite: «¡Nunca le traeré diez
panes!» Si ella ignora el día de mi muerte, tú, estepa, anúnciasela a
mi madre, que me tuvo. Que ella, al igual que mi joven hermana,
derrame lágrimas por mí.
Tumbado entre las escasas plantas, tumbado entre ellas, el pastor
permanecía entre la hierba para echar un sueño. Pero, muy pronto
se levantó con sobresalto: había tenido un sueño premonitorio. Se
estremeció: ¡había tenido una visión! Espantado, se frotó los ojos, y
se puso a gritar. A los pastores que habían acudido al oír sus gri
tos les dijo:
ΐ : ----¡Llamadla, id a por ella, id a por mi querida Geshtinanna! Id
a por la que sabe cantar. ¡Traed a mi hermana! Id a por la letrada,
ia experta en tablillas. Traedme a mi hermana. Id a por esa joven
despierta que sabe el significado de las palabras. ¡Traed a mi her
mana! Id a por esa sabia que conoce el significado de los sueños.
¡Dejadme explicarle mi sueño!
Llegada Geshtinanna a la estepa, al lugar en el que se hallaba
Dumuzi, le besó y se dispuso a oír el sueño que había tenido su
hermano, al que notaba muy alterado, con el rostro demudado y la
tez pálida. Dumuzi con voz entrecortada le habló así:
— He aquí el contenido de mi sueño, mi querida hermana. En
medio de mi sueño, a mi alrededor abundaban los juncos, los jun
cos se apretaban. Una caña inclinó hacia mí su cabeza y de una
caña de dos tallos, uno se apartó de mí. En la visión que tuve de
un bosque, unos árboles delgados y esbeltos se arrancaban a sí mis
mos ante mí. Después, sobre las ascuas de mi puro hogar se derra
mó agua en mi presencia. La tapadera de mi mantequera fue supri
mida, no la vi más; mi linda copa, suspendida de un gancho, fue
descolgada; y mi cayado de pastor desapareció. Una cruel ave rapaz
arrebató un cordero del rebaño y un halcón consiguió capturar un
pájaro del cañaveral, mientras que mis machos cabríos con sus barbas
de lapislázuli barrían el polvo del suelo y mis carneros lo estaban
arañando con sus pezuñas. Mi mantequera yacía en el suelo y en
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