Page 210 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
P. 210

sonal.Y  en  el  sitio  de  honor  de  mi  dios  tutelar  te  sentarás,  esposa
     mía.
       Aunque  Dumuzi  habló  así  con  ella,  Inanna  se  sentó junto  al
     antepecho  de  la  ventana, totalmente  asustada, diciendo:
       — Dumuzi, necesito ayuda.Yo siempre he obedecido a mi madre,
     estoy perdida sin sus  consejos. Además, desconozco  cuál es mi  que­
     hacer en  este  hogar.  Incluso, oh  querido Amaushumgalanna — dijo
     avergonzada— ,  ¡no  sé  cómo  usar  una  rueca!
        Dumuzi, oídas  aquellas palabras, se  dirigió  a su  dios  tutelar. Tras
     elevarle  un  piadoso  saludo, le  manifestó  la  siguiente  plegaria:
       — Señor,  mi  esposa,  está  temerosa.  Desconoce  lo  que  es  ser
     madre. Al hallarse  fuera de su  casa paterna, echa  de menos las pala­
     bras  de  su  madre.  ¿Qué  debo  hacer  en  este  caso?  ¿Cómo  tranqui­
     lizarla?
       El  dios  tutelar, su  buen  espíritu, le  aconsejó:
       — Amaushumgalanna,  deberás  ser  ante  todo  gentil.  No  abuses
     de  tu  esposa en tus relaciones amorosas, compórtate  de  modo  per­
     suasivo.  No  se  trata  de  una  mujer  vulgar, sino  de  una  queridísima
     diosa. Trátala  cén  respeto,  compórtate  bien.  ¡Facilítale  la  vida  que
     se  merece!
       Aconsejado así, Dumuzi acudió junto a su esposa. El pastor puso
     su  brazo  alrededor  de  la joven  diosa y  le  dijo:
       — Inanna,  no  te  he  arrastrado  a  la  esclavitud. Tu  mesa  será  una
     mesa  espléndida.  Comerás  ante  una  mesa  espléndida.  Mi  madre
     Durtur  come  al  lado  del  barril  de  cerveza.  Su  hermano  no  come
     allí. Mi  hermana  Geshtinanna  tampoco  come  allí, pero  tú  comerás
     ante  la  mesa  espléndida.  Esposa  mía,  tú  no  tejerás  ropa  para  mí.
     Inanna,  no  coserás  ni  hilarás  para  mí.  Esposa  mía,  no  cardarás  los
     vellones de lana para mí. N o montarás urdimbres para mí. No temas,
     tampoco  amasarás  pan  para  mí.  Ninegalla, no  temas  nada.
       La  diosa, abrazando  emocionada  al pastor Dumuzi, dijo:
       — Yo,  que  soy  puro  esplendor  del  cielo,  que  luzco  amarillenta
     en  la  base  del  cielo  al  amanecer  y  al  anochecer,  oh  marido  mío,
    yo,  que  tengo  puro  esplendor y  brillo  en  el  cielo,  te  voy  a  entre­
     gar  todo  mi  amor.


                                - M 5   -
   205   206   207   208   209   210   211   212   213   214   215