Page 231 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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los dioses buscaron de nuevo una solución. Los Igigi, nuevamente
reunidos en asamblea e intentando olvidar aquellos momentos de
confusión, dirigieron sus miradas a Ea, el sabio, el residente del Apsu.
Y Ea dijo a su padre lo que tenía en su corazón.
— Yo, en persona, voy a provocar la derrota de Anzu. En plena
asamblea yo designaré a su futuro vencedor.
Todos los dioses de la tierra, oída esta afirmación, acudieron con
respeto ante Ea y le besaron los pies. El dios Ea proclamó, en ple
na asamblea, la grandeza de la diosa Mah, la madre de los grandes
dioses, la Señora de los destinos. Dirigiéndose a ella le dijo:
— Madre, convoca a tu preferido, esplendoroso y potente, al atle
ta, el único capaz de aguantar perfectamente siete asaltos. Convo
ca a Ningirsu, tu preferido, dios esplendoroso y potente.
Cuando ella hubo oído esta petición, Mah, la muy grande, acep
tó gustosa.
Enterados de ello, los dioses de la tierra quedaron satisfechos y
acudieron ante la diosa respetuosamente y le besaron los pies.
Habiendo convocado Mah, en la Asamblea de los dioses, a su
hijo, el preferido de su corazón, a él le dio estas instrucciones:
— En presencia de Anu y Dagan, los dioses de la tierra han tra
tado en común la cuestión de los me, que han sido robados. Aho
ra bien, yo, Mammi, soy quien ha dado el día a todos los Igigi. Es
por ello por lo que voy a luchar contra el adversario de los dioses,
contra Anzu. Fui yo quien confió el principio de la soberanía a
Enlil, mi hermano, al igual que a Anu. En adelante, este principio
que yo les había asignado personalmente, te lo transmitiré a ti. Sin
embargo, antes transforma este desastre en una victoria y devuelve
la alegría a los dioses que he creado.
Dichas estas palabras introductorias, Mah centró la cuestión.
— Entabla, hijo mío, el combate a ultranza contra Anzu. Que te
acompañen los Siete Vientos malvados y que los dioses vuelvan su
atención hacia la montaña para apaciguar la tierra que he creado. ¡Cap
tura al alado Anzu! Trastorna su lugar de residencia. Que el espanto
pese sobre él. Cuando tu combatiente mano se desencadene, lanza
contra él todos los tornados. Arma tu arco, envenena tus flechas, que
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