Page 234 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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— De este omnipotente personaje oídme  cantar su vigor, él, que
      subyugó  y  venció  impetuosamente  a  la.  Montaña  de  las  Piedras.
      Hizo  caer las  armas  del  alado Anzu,  dio  muerte  a  Kusarikku, esto
      es, al bisonte, en medio del abismo. ¡Campeón muy vigoroso, arma­
      do  de  armas  mortíferas,  omnipotente,  veloz,  siempre  dispuesto  a
      batallar, a  guerrear!


         En aquel tiempo, entre los  Igigi, aún no  se  habían erigido  capi­
      llas:  ellos  no  eran  nada,  tan  sólo  simples  su jetos  de  su  rey Y   aun­
      que  los  cauces  del Tigris  y  del  Eufrates  ya  habían  sido  excavados,
      sus fuentes no facilitaban nada de agua en el país. ¡Incluso los  mares
      estaban secos!  Las nubes alcanzaban el horizonte, pero  ellas no des­
      cargaban  sus  aguas.
         Un  día,  los  Igigi,  congregados  de  todas  partes,  le  trajeron  esta
      información  a  su  padre  Enlil, el  más  valiente  de  los  dioses:
         — Suponemos  que  no  ignoras  la  buena  nueva:  Sobre  el  monte
      Hihi,  en  su  matriz, la Tierra  ha  concebido  a  un  ser  con  el  esper­
      ma  de  los Anunnaki, progenie  de An. De  esa  suerte  ha  venido  así
      al mundo  ese ser, ese Anzu. Su pico  tiene forma de sierra, su  cabe­
      za  forma  de  león  y  su  cuerpo  y  garras  de  águila. Desde  el  monte
      Hihi domina el resto de las montañas y colinas. A su grito se desen­
      cadena  el  trueno  y  la  tormenta.  Los  poderosos  vientos  acuden  en
      su  ayuda  y  la  masa  de  aguas  que  expele  se  agrupa  en  torbellinos.
      Los  cuatro Vientos  le  sirven  de  heraldos.


         Viéndole  en  una  ocasión  el  padre  de  los  dioses,  Enlil, apodado
      también Duranki, por tener conjuntamente  cielos y  tierra, recordó
      lo  que  se  le  había  dicho  acerca  de  tal  ser.  Examinó  a Anzu,  sor­
      prendido  de  su  extraño  aspecto.Y  se  interrogó  acerca  de  aquella
      inexplicable  configuración, diciéndose:
         — ¿Quién  ha  traído  al mundo  a  un ser  tan particular?  ¿Por qué
      este  animal  tiene  una  forma  tan  extraña?
         A  estas  cuestiones, el  dios Ea, el  más  sabio  de  todos, que  cono-
      cía incluso  el pensamiento  de los  dioses, respondió  dirigiendo  estas
      palabras  a  Enlil:


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