Page 238 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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Ninurta, el  Señor, será  bien  acogido  en  la Asamblea  de  los  dioses,
       en  donde  le  glorificarán  todos  los  presentes.
          Cuando  ella hubo escuchado aquella petición, la muy alta Seño­
       ra  de los  dioses  estuvo  de  acuerdo. Advirtiendo  aquella aceptación,
       los  Igigi, alegres, corrieron a besarle los pies. Desde  la Asamblea de  j
       los  dioses  ella  convocó  a su  hijo  y  cuando  le  hubo  hecho  venir se
       dirigió  a  su  preferido  en  estos  términos:
         — Los  dioses,  en  presencia  de  Anu  y  Dagan,  han  tratado  en
       común la  cuestión  de los poderes  divinos. Soy yo  quien ha  dado la
       vida  a  todos  los  Igigi, quien  los  ha  creado  a  todos, al  completo. A
       ellos  e  igualmente  al  conjunto  de  los  grandes  Annunaki.  Soy  yo
       quien  ha  conferido  la  soberanía  a  Enlil, mi  hermano, y  asignado  la
       supremacía  a Anu  en  el  cielo. Pero Anzu  ha  eliminado  esta  realeza
       que yo  había originado. La Tablilla de los Destinos, que en la Asam­
       blea  de los  dioses era de capital importancia, aquel malvado se la ha
       robado  a Enlil, deshonrando  así  a  tu  padre. Anzu  con  su  acción  ha
       monopolizado  todos  los poderes  divinos.  ¡Ciérrale  el  camino!  ¡Pon
       fin  a  sus  excesos!  Devuelve  así  la  alegría  a  los  dioses  que  he  crea­
       do. Entabla un  combate  a ultranza, completo. Que los  Siete Vientos
       te  acompañen  allá,  a  la  montaña, para  capturar  al  alado Anzu  y  se
       apacigüe  así la tierra  que he  creado. Trastorna su lugar de reposo, la
       montaña.  Que  sobre  él  caiga  el  espanto  cuando  se  desencadene  tu
       pugnaz  mano.  Lánzale  todos  los  tornados,  arma  tu  arco,  envenena
       tus  flechas,  cambia  tu  rostro  en  el  de  un  demonio.  Extiende  una
       niebla  tal  que  él  no  te  reconozca.  Que  tu  resplandor  le  anonade.
       Revestido  de  tu  magnificencia  lanza  un  asalto  incomparable.  Que
       Shamash  cese  de  brillar  en lo  alto, convirtiendo  así  el pleno  día  en
       una  negra noche. Después, conviértete  en señor de su vida: vence  a
       Anzu y que los vientos lleven sus alas a un lugar secreto, en el Ekur,
       la  casa de tu padre. Invade y devasta la montaña y sus praderas, cor­
       ta  la  garganta  a  ese  malvado Anzu.  La  realeza,  entonces, volverá  al
      Ekur  y  los  poderes  regresarán  de  nuevo  a  tu  padre  y  progenitor.
       Obtendrás, debidamente edificadas, capillas en tu honor y en el mun­
       do  entero  instalarás  tus  santuarios.  Ocurrirá  lo  mismo  en  el  Ekur.
       De  esta  manera  adquirirás,  ante  los  dioses,  gloria  y  omnipotencia.


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