Page 243 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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— ¡Sólo  tú  — le  dijeron— ,  tú  eres  el  más  importante  entre  los
    grandes  dioses!  ¡Tu  destino  no  tiene  igual, tu  mandato  es  como  el
    de Anu! Desde este día tus órdenes serán irrevocables, exaltar o reba­
    jar  dependerá  de  tu  mano. Tu  palabra  será  verdadera,  tu  mandato
    infalible.  Nadie,  de  entre  los  dioses,  traspasará  tus  límites. Y   como
    nuestros  lugares  de  culto  tienen  necesidad  de  un  administrador, tú
    tendrás  tu  lugar asignado  en  nuestros  santuarios.  ¡Oh  Marduk, a  ti
    sólo, nuestro  vengador, te hemos conferido la  realeza  sobre  la  tota­
    lidad  del  universo!  Cuando  te  sientes  en  la Asamblea,  tu  palabra
    será la suprema y tus  armas, infaliblemente, aplastarán  a tus  enemi­
    gos. ¡Oh señor, salva la vida  de los  que  se  confían  a  ti, pero  derra­
    ma  la  sangre  del  dios  que  haya  concebido  el  mal!
       Habiendo  colocado  en  medio  de  ellos  una  constelación  única,
    dirigieron  estas  palabras  a Marduk, su  primogénito:
       — ¡Señor,  si  tu  destino  es  el  primero  entre  los  dioses,  ordena
    que  se  realicen  la  desaparición  y  la  reaparición. A  una  palabra  de
    tu boca que  esta constelación desaparezca y a una nueva orden que
    aparezca  intacta!
       — ¡Constelación, desaparece!  — ordenó  con  potente  voz  Marduk.
       A  su  palabra,  según  su  orden, la  constelación  dejó  de  verse  en
    el  firmamento.
       — ¡Constelación, reaparece!
       Ante  aquella  nueva  orden, la  constelación  de  inmediato  quedó
    restaurada.
       Cuando  los  dioses,  sus  padres,  vieron  la  eficacia  de  su  palabra,
    le  saludaron  con  alegría, diciendo:
       — ¡Sólo  Marduk  es  el  rey!
       Y    le  entregaron  el  cetro, el  trono  y  la  insignia  real. Después  le
    dieron  también  el  arma sin rival, que lanza  a  tierra a los  enemigos.
    Tras  ello  le  indicaron:
       — ¡Vete,  pues,  a  cortar  la  garganta  a Tiamat  y  que  los Vientos
    lleven  su  sangre  a lugares  secretos!
       Habiendo fijado el destino del Señor, los dioses, sus padres, le hicie­
    ron ir por el camino del éxito y de la dicha. Marduk se construyó  un
    arco  y  lo  destinó  a  ser  su  arma; le  colocó  una  flecha  y  le  tensó  la


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