Page 241 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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Adad, arrodillado y en silencio, aceptó la misión de transmitir a
su señor la táctica que había planeado Ea.Y llegado ante él le repi
tió, palabra por palabra, cuanto le había dicho el príncipe.Y el cam
peón Ninurta, habiendo tenido conocimiento de aquel mensaje, se
retorció con rabia, retomó su coraje y se acercó nuevamente a la
montaña. Embridó los Siete Asaltos, los Siete Vientos malvados, los
Siete Torbellinos que remueven el polvo, disponiendo con todo
ello un temible batallón que lanzó al combate.
Ninurta, arengando a los suyos, se puso en movimiento y dio
la señal del combate. Se entabló la lucha entre los dos oponentes.
Ninurta envió a sus tropas, dirigidas por el Viento del Norte, el
Viento del Sur, el Viento del Este y el Viento del Oeste, los cuales
no dejaron de golpear a Anzu. Sin embargo, el malvado Anzu lan
zó llamas sobre llamas. Y a causa de los incendios que provocaban,
muchos de sus rivales quedaron consumidos. Nada más abrir su
picuda boca, de la misma crepitaban los relámpagos.
En cuanto Ninurta arribó al alcance de Anzu, la lucha se tornó
más feroz. Anzu levantó la cabeza para examinarle y atacarle en su
punto más débil, pero Ninurta se elevó a lo más alto del cielo. Y
desde allí lanzó a su ejército al asalto de Anzu. Precipitadamente, el
campeón descendió expandiendo por doquier un terrorífico res
plandor sobrenatural. El espanto ante su valentía trastornaba a sus ene
migos. La implacable majestad de Ninurta recubrió todo el territo
rio y el destello de su esplendor abatió a la montaña en su totalidad.
En un abrir y cerrar de ojos, una tempestad sacudió a Anzu. El
malvado detentador de los poderes divinos hubo de hacer frente al
campeón. Se agarraron el uno al otro, pero Ninurta, gracias a los
golpes de los Vientos, sus auxiliares, logró extenuar tanto a Anzu que
éste hubo de abatir sus alas. Visto aquello, Ninurta en vez de echar
mano a sus flechas, se adueñó de un arma afilada y con ella cortó
las alas de su enemigo, mutilándole a derecha e izquierda. A la vis
ta de aquellas alas tronchadas Anzu se vio obligado a lamentarse
de su estado y a no pronunciar encantamientos. El estupor le abru
maba, su desesperación era total. Sometido así, Ninurta pudo dar-