Page 199 - El nuevo zar
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presidente, ni siquiera su guardia presidencial o sus asistentes, que le dejaron
               su correo, su programa y sus otros documentos sobre el escritorio. Voloshin,
               su secretario de Estado, llegó con el decreto que declaraba que su renuncia
               entraría en vigor a medianoche. Yeltsin convocó a Putin, que llegó puntual a

               las 9:30 h, y luego le leyó el decreto en voz alta. Miró a Putin, que «hizo una
               sonrisa  apenas  avergonzada»,  y  luego  estrechó  la  mano  de  Yeltsin.  Ahora

               Yeltsin  grabó  un  nuevo  mensaje,  y  Yumáshev  trasladó  la  grabación  en  un
               coche  blindado  hasta  la  torre  de  televisión  Ostánkino,  con  órdenes  de
               transmitirla al mediodía. Mientras el nuevo milenio comenzaba en el Pacífico
               y avanzaba hora tras hora cruzando cada huso horario, Yeltsin se dirigió a sus

               «estimados amigos» una última vez.

                    «He  oído  decir  a  la  gente  en  más  de  una  oportunidad  que  Yeltsin  se
               aferraría al poder todo el tiempo posible, que nunca lo soltaría —dijo—. Eso

               es mentira.» Dijo que quería crear «un precedente vital de traspaso voluntario
               del  poder  a  un  nuevo  presidente  electo»,  pero  que  no  esperaría  hasta  las

               elecciones presidenciales programadas  para  junio.  «Rusia  debe  entrar  en  el
               nuevo milenio con nuevos políticos, nuevas caras, nuevas personas que sean
               inteligentes, fuertes y enérgicas, mientras que nosotros, los que hemos estado
               en el poder durante muchos años, debemos marcharnos.»


                    Yeltsin se frotó algo en un ojo y finalizó con una sorprendente apelación
               personal al país que había liderado durante ocho años.

                    «Quiero pedirles perdón, por los sueños que no se hicieron realidad y por

               las cosas que parecían fáciles [pero] resultaron ser tan terriblemente difíciles.
               Les pido perdón por no haber materializado las esperanzas de aquellos que
               creyeron en mí cuando dije que de un salto saldríamos del pasado totalitario,

               estanco y gris para entrar en un futuro brillante, próspero y civilizado. Creí en
               ese  sueño.  Creí  que  íbamos  a  cubrir  esa  distancia  en  un  solo  salto.  No  lo
               hicimos.»[43]






               Liudmila no había visto el mensaje televisivo de Yeltsin, pero, cinco minutos
               después  de  que  terminara,  una  amiga  la  llamó  por  teléfono.  «Liuda,

               fecilidades», dijo. «Felicidades a ti también», respondió Liudmila, pensando
               que estaban intercambiando buenos deseos de Año Nuevo.[44] Su amiga tuvo
               que explicarle que su marido acababa de convertirse en el presidente interino
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