Page 194 - El nuevo zar
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general  en  los  tribunales,  continuó  derramando  acusaciones  en  torno  a  las
               investigaciones de Mabetex y sus vínculos con la «familia» de Yeltsin. Sus
               intentos  se  vieron  reforzados  por  la  decisión  en  Suiza  de  congelar  las
               cincuenta y nueve cuentas bancarias vinculadas con los funcionarios rusos. En

               octubre,  el  Consejo  de  la  Federación  se  negó  por  tercera  vez  a  echar  a
               Skurátov,  que  trataba  de  conservar  su  puesto  como  fiscal  general  con  un

               nuevo Parlamento y el siguiente presidente. «Desde luego, la “familia” está
               asustada  —dijo  en  una  entrevista  en  su  dacha  en  las  afueras  de  Moscú—.
               Ahora controlan la situación, pero se les podría ir de las manos.»[28]

                    La popularidad en aumento de Putin también comenzó a atraer la atención

               de los oponentes de Yeltsin. El 20 de noviembre, Primakov y Luzhkov, los
               amargos rivales de Yeltsin, se encontraron con él en privado con la esperanza
               de  negociar  una  tregua.  Ambos  comenzaron  a  sugerir  públicamente  que  su

               alianza podía apoyar su candidatura a presidente y que ellos abandonarían sus
               propias ambiciones. El ascenso de Putin era tan asombroso como inesperado.

               Parecía representar una fuerza política nueva e independiente. Y no era solo a
               causa  de  lo  de  Chechenia.  En  el  barrizal  político  ruso,  solo  él  parecía  sin
               mácula  respecto  de  las  intrigas  de  los  políticos  y  oligarcas  que  habían
               consumido  a  Rusia  en  los  anteriores  ocho  años.  Si  bien  debía  su  carrera  a

               Yeltsin y la «familia», el hecho de que hubiese trabajado mayormente en los
               márgenes del escrutinio público desde 1996 hacía que no estuviera asociado

               con  los  múltiples  fracasos  y  escándalos  del  Kremlin.  Sus  declaraciones
               públicas  cortantes,  incluso  las  soeces,  parecían  refrescantes  después  de  la
               confusión  y  la  poca  claridad  de  la  Administración  de  Yeltsin.  El  periódico
               Nezavísimaia Gazeta escribió en noviembre que, en el lapso de unas valiosas

               pocas semanas, «un funcionario totalmente desconocido y bastante insípido»
               se  había  vuelto  un  líder  dispuesto,  «a  diferencia  de  sus  predecesores»,  a

               contarle a la gente lo que pensaba hacer. Incluso lo llamó «uno de los raros
               casos en nuestra historia política».[29]






               Para  entonces,  el  índice  de  aceptación  de  Putin  superaba  el  40  %,  y  ahora
               tenía el peso político para ejercer influencia en las elecciones parlamentarias
               de diciembre. No se había unido al nuevo partido del Kremlin, Unidad, que, a

               pesar  de  los  recursos  del  Gobierno,  la  cobertura  favorable  en  la  televisión
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