Page 197 - El nuevo zar
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anticipación  de  una  victoria,  pero  se  fue  a  acostar  preocupado  mientras
               comenzaban a conocerse resultados no oficiales. Cuando despertó, sintió que
               su confianza en Putin se había justificado.[36] Yeltsin se jactó de que había
               llevado  a  Putin  «desde  la  incógnita  hasta  la  presidencia  sorteando  una

               resistencia feroz» de la élite política, dentro y fuera del Kremlin. «Realmente
               fue  muy  duro  conseguir  que  Putin  llegara  al  cargo,  una  de  las  cosas  más

               difíciles que nunca hayamos sacado adelante», dijo la hija de Yeltsin, Tatiana,
               tiempo después.[37]

                    Para Yeltsin, este sería su legado de despedida, un legado que daría nueva
               forma  al  país  que  había  nutrido  para  que  saliera  de  las  ruinas  de  la  Unión

               Soviética. Por primera vez en su turbulenta presidencia, Yeltsin podía contar
               con una mayoría a favor del Gobierno en la nueva Duma, que ponía fin a los
               enfrentamientos  políticos  paralizantes  sobre  la  transición  de  Rusia.  Pudo

               haber  cimentado  sus  políticas  e  incluso  introducido  otras  nuevas  en  sus
               restantes seis meses como presidente. Pero, en vez de eso, dimitió.

                    El 28 de diciembre, Yeltsin se sentó frente a un árbol decorado en el hall

               de recepción del Kremlin y grabó el tradicional mensaje presidencial de Año
               Nuevo. Cuando finalizó, se quejó de que su voz estaba ronca y no le gustaban
               las declaraciones. Pidió al equipo de televisión que regresara en tres días y,

               pese a las protestas, grabaran un nuevo mensaje. Se trataba de una trampa,
               aunque aparentemente solo él lo sabía entonces. Volvió a su residencia y esa
               noche convocó a su secretario de Estado actual y al anterior, dos de sus más

               cercanos  consejeros.  Lo  que  dijo  los  dejó  pasmados:  pensaba  dimitir  en  la
               víspera  de  Año  Nuevo.  Yeltsin  tenía  una  última  sorpresa  grandiosa  e

               impetuosa para soltar al país. Concluiría su presidencia junto con el antiguo
               milenio y dejaría a Vladímir Putin recibir al nuevo. A la mañana siguiente
               convocó  a  Putin  al  Kremlin  y  le  habló  del  momento  oportuno  para  lo  que
               habían discutido quince días antes. «Inmediatamente tuve la impresión de que

               era un hombre diferente», pensó Yeltsin cuando llegó el primer ministro.[38]
               La conversación que siguió fue práctica, detallada y sosegada. Hablaron de

               los decretos que Yeltsin y luego Putin emitirían, las grabaciones del mensaje
               de  Año  Nuevo,  la  notificación  a  las  agencias  de  seguridad  y  las  fuerzas
               armadas, la transferencia de la «maleta» que llevaba los códigos para lanzar el
               arsenal  de  armas  nucleares  de  Rusia.  Cuando  terminaron,  salieron  de  la

               oficina de Yeltsin, limitados por el marco público. No dijeron nada, aunque
               Yeltsin sintió el ansia de decir más. En lugar de eso, se dieron un apretón de
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