Page 195 - El nuevo zar
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estatal y las donaciones de los oligarcas, puntuaba tan bajo en las encuestas
que corría el riesgo de no alcanzar el umbral para conseguir escaños en la
Duma.[30] El 24 de noviembre, su centésimo día como primer ministro, Putin
rescató del olvido político a Unidad con un apoyo… considerable. «Como
primer ministro, no desearía discutir mis simpatías políticas —dijo— pero,
como un votante más, yo votaría por Unidad.»[31] La mayoría de los
analistas concluyeron que Putin estaba arriesgando no solo su propio futuro
político, sino también el del partido al vincularlo tan estrechamente con el
Kremlin. Lo que malinterpretaron los analistas fue el atractivo esencial del
partido como una fuerza nueva que rompía con la gastada ideología de
derecha o izquierda, y abrazaba el patriotismo de la unidad, no la división,
especialmente en tiempos de guerra.
Yeltsin, hospitalizado dos veces durante el otoño, aún agonizaba respecto
de su destino. «La autoridad en Rusia siempre se había traspasado mediante
muerte natural, conspiración o revolución», escribió acerca de sus
pensamientos durante ese período. «El zar cesaba de gobernar solo tras su
muerte o tras un golpe de Estado. Pasaba exactamente lo mismo con el
secretario general del Partido Comunista. Supongo que el régimen comunista
heredó la incapacidad de traspasar el poder sin dolor.» Reflexionó sobre la
destitución de Jrushchov en 1964 y lamentó que su muerte, en septiembre de
1971, hubiese sido anunciada «en una noticia brevísima y confusa en el
periódico».[32] El 14 de diciembre, cinco días antes de las elecciones, Yeltsin
convocó a Putin a su residencia en el número 9 de la calle Gorki para una
reunión secreta. Se reunieron a solas.
«Quiero dimitir este año, Vladímir Vladímirovich —le dijo Yeltsin—.
Este año. Eso es muy importante. El nuevo siglo debe comenzar con una
nueva era política, la era de Putin. ¿Entiendes?»
Putin no lo entendía. Su reacción hizo que a Yeltsin se le encogiera el
corazón. Había habido rumores durante todo el otoño de que Yeltsin podía
dimitir y, de acuerdo con la Constitución, pasar el poder al primer ministro en
funciones. Ya en septiembre, Putin había descartado la idea por absurda. «Si
de algo estoy seguro, es de que el presidente no tiene intenciones de irse —
dijo—. Ni hablar de dimitir.»[33] Y, sin embargo, ahora Yeltsin le explicaba
que eso era lo que tenía pensado hacer, y jugar así el «último as en la manga».
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