Page 196 - El nuevo zar
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La  nueva  Constitución,  no  probada,  le  daba  a  Yeltsin  un  control
               considerable respecto del momento oportuno de su partida. Si el presidente
               dimitía, el primer ministro se convertiría en presidente interino hasta que se
               pudieran celebrar elecciones noventa días después. Aunque eso dejaba poco

               tiempo para una campaña electoral, le daba al «titular» una ventaja enorme
               respecto de sus rivales.

                    Los dos hombres permanecieron sentados en silencio mientras Yeltsin se

               iba dando cuenta lentamente de que Putin se sentía poco preparado para la
               presidencia. «No estoy listo para esa decisión, Boris Nikoláievich», contestó
               finalmente  Putin.  «Es  un  destino  bastante  difícil.»[35]  Yeltsin,  intentando

               persuadirlo,  explicó  que  él  había  llegado  a  Moscú  para  trabajar  cuando  ya
               tenía más de cincuenta años —mayor que Putin—, aunque de todos modos
               era «una persona enérgica y sana». Ahora advertía que su vida política estaba

               agotada.  «En  otro  tiempo  yo  también  quería  vivir  mi  vida  de  una  forma
               completamente diferente —le contó a Putin—. No sabía que iba a resultar de

               este  modo.»  Yeltsin  dijo,  de  manera  inverosímil,  que  volvería  a  la
               construcción o se mudaría a Sverdlovsk, donde había comenzado su carrera.
               Miró por la ventana el paisaje gris y nevado, perdido en sus pensamientos.
               Tras una pausa, retomó el asunto que los ocupaba.


                    «No me has respondido», le dijo a Putin, mirándolo fijamente.

                    Al fin, Putin aceptó. Nadie más supo de esa conversación, según Yeltsin, o
               de la decisión trascendental que habían tomado.






               Cuando  se  realizó  el  recuento  de  votos  en  la  noche  del  19  de  diciembre,
               después de unas elecciones que fueron disputadas ferozmente y consideradas

               más  o  menos  justas,  Unidad  había  conseguido  una  victoria  inesperada.  El
               Partido Comunista había ganado una popularidad del 24 %, con lo que había
               consolidado  su  base,  pero  Unidad  quedó  segundo  con  el  23  %.  La  alianza

               Luzhkov-Primakov, que apenas unos meses antes parecía lista para llegar sin
               esfuerzo al poder, se quedó atrás con solo el 13 % de los votos, con sus líderes
               maltrechos y muy abatidos por la cobertura televisiva. Yábloko y una nueva

               coalición liberal que se alió con Yeltsin, Unión de Fuerzas de Derecha, que
               Putin  también  había  «respaldado»  con  algunas  palabras  corteses,  sumados
               ganaron casi lo mismo. Yeltsin bebió champán la noche de las elecciones en
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