Page 198 - El nuevo zar
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manos,  luego  Yeltsin  rodeó  a  Putin  en  un  abrazo  de  oso  y  dijo  adiós.  La
               siguiente reunión entre ellos fue en la víspera de Año Nuevo.[39]

                    El  30  de  diciembre,  Putin  reemplazó  a  Yeltsin  en  una  recepción  en  el
               Kremlin. La ausencia del anciano presidente fue advertida, pero, dados sus

               frecuentes episodios de mala salud, nadie le dio mucha importancia. A pesar
               de  la  ocasión  festiva,  Putin  centró  sus  declaraciones  en  la  guerra  en
               Chechenia,  que  estaba  convirtiéndose  en  un  horripilante  baño  de  sangre  al

               tiempo que las fuerzas rusas rodeaban Grozni. La ciudad fue reducida a ruinas
               como no se habían visto en Rusia —ni en ningún otro lugar— desde la Gran
               Guerra  Patriótica.  Miles  de  civiles  estaban  atrapados  dentro,  encogidos  en

               sótanos  sin  electricidad  ni  calefacción  ni  agua  corriente.  Los  rebeldes
               chechenos conservaban aún gran parte de Grozni, y mataron a cientos de los
               soldados  rusos  que  intentaron  tomarla.  Aslán  Masjádov  reiteró  sus

               reclamaciones de un cese del fuego negociado, al mismo tiempo que prometía
               seguir  luchando.  «Aun  si  la  guerra  dura  diez  años,  Rusia  no  va  a  lograr

               subyugar  a  Chechenia  y  su  pueblo»,  declaró.[40]  Cuando  el  combate
               empeoró,  Rusia  enfrentó  crecientes  críticas  de  Europa  y  Estados  Unidos
               respecto de la crisis humanitaria que se desplegaba, incluidas pruebas de que
               soldados  rusos  estaban  realizando  ejecuciones  sumarias  en  operaciones  de

               «limpieza»  en  zonas  liberadas.  «Los  soldados  en  las  zonas  de  Chechenia
               controladas por los rusos, al parecer, tienen carta blanca para robar y saquear;

               muchas personas han regresado brevemente a sus casas y las han encontrado
               desmanteladas  de  artículos  del  hogar  y  otros  objetos  de  valor»,  escribió
               Human  Rights  Watch  en  una  carta  al  Consejo  de  Seguridad  de  Naciones
               Unidas,  exigiendo  una  investigación  internacional  sobre  los  crímenes  de

               guerra.[41]  En  el  Kremlin,  Putin  barrió  a  un  lado  las  dudas  acerca  de  la
               brutalidad  de  la  guerra,  diciendo  que  era  el  deber  del  país  reprimir  a  toda

               costa a los rebeldes «desvergonzados y descarados». «Lamentablemente —
               dijo a los invitados reunidos antes de realizar el brindis por el Año Nuevo—,
               no todos en las naciones de Occidente lo han entendido, pero no toleraremos

               ninguna afrenta al orgullo nacional ruso ni ninguna amenaza a la integridad
               del país.»[42]

                    Yeltsin se despertó temprano a la mañana siguiente y, antes de marcharse
               al Kremlin, al fin le contó a su esposa, Naina, sobre su decisión de dimitir.

               «¡Qué  maravilloso!  —exclamó  ella—.  ¡Finalmente!»  Aun  así,  solo  seis
               personas  lo  sabían  mientras  él  conducía  al  Kremlin  por  última  vez  como
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