Page 202 - El nuevo zar
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terrenos  del  Kremlin  cuando  retorció  su  estructura  grande  y  frágil  para
               sentarse en el auto blindado que lo llevaría a casa. Bill Clinton lo llamó por
               teléfono en el viaje de regreso a su dacha, pero Yeltsin indicó a un asistente
               que le dijera que volviera a llamar más tarde. Fue a su casa y durmió una

               siesta.[50]

                    Esa tarde Putin firmó su primer decreto. Tenía siete páginas, había sido
               preparado por los asistentes de Yeltsin en los dos días previos, aunque Yeltsin

               alegaría  que  no  supo  nada  al  respecto  hasta  que  estuvo  terminado.[51]  El
               decreto le confería a Yeltsin una cantidad de beneficios y privilegios como
               expresidente, incluido un salario, personal y el uso de la dacha donde había

               pasado gran parte de su segundo mandato en convalecencia. También le daba
               a Yeltsin inmunidad procesal, al proteger sus activos y documentos de toda
               investigación o incautación. Con un zigzag de la pluma que Yeltsin le había

               pasado, Putin puso fin a la amenaza que Skurátov había expuesto y que casi
               había llevado a Yeltsin a la ruina.

                    Putin luego llevó a cabo su propia sorpresa de Año Nuevo. Él y su sucesor

               en el FSB, Nikolái Pátrushev, junto con sus esposas y un cantante popular,
               volaron  en  secreto  a  Daguestán.  Los  Putin  dijeron  a  las  niñas  que  estarían
               fuera esa noche, pero no adónde estaban yendo. Ya les habían dado a las niñas

               sus regalos —sus primeros ordenadores—, y las habían dejado en Moscú con
               la hermana de Liudmila y una de las amigas de Masha. Después de llegar a
               Daguestán, Putin y los otros abordaron tres helicópteros militares y volaron

               hacia la segunda ciudad más grande de Chechenia, Gudermés, recientemente
               liberada de los rebeldes chechenos. El tiempo era tan horrible, con visibilidad

               tan limitada, que los helicópteros debieron dar media vuelta. Cuando el Año
               Nuevo  y  el  nuevo  milenio  llegaron,  todavía  estaban  en  el  aire,  pero
               descorcharon dos botellas de champán y se las fueron pasando, bebiendo a
               morro  dado  que  no  tenían  vasos.  Cuando  aterrizaron  en  la  capital  de

               Daguestán, Majachkalá, subieron a vehículos militares seguidos de una fuerte
               escolta y condujeron durante dos horas y media hasta Chechenia. Era casi el

               amanecer cuando Putin saludó a los soldados rusos apostados allí. «Parecían
               cansados  y  un  poco  desorientados,  como  si  quisieran  pellizcarse  —recordó
               Liudmila—.  ¿Estaban  soñando?»[52]  Había  sido  una  noche  tranquila  en
               Gudermés, pero,  a  solo  37  kilómetros,  Grozni  soportaba  una  de  las  peores

               noches de bombardeo hasta la fecha. Putin, vestido con un jersey de cuello
               alto, volvió a repartir medallas y cuchillos ceremoniales. «Quiero que sepan
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