Page 207 - El nuevo zar
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Judas cuatro años antes, Vladímir Yákovlev, de San Petersburgo. La elección,
               que había consumido los meses finales en funciones de Boris Yeltsin, resultó
               no ser dramática en absoluto. No fue tanto una competencia democrática entre
               candidatos como un referéndum respecto del hombre que ya estaba ocupando

               el  puesto.  Solo  un  gobernador,  Vasili  Starodúbtsev,  el  comunista  de  Tula,
               declaró  su  apoyo  por  uno  de  los  rivales  de  Putin,  un  camarada  comunista,

               Guenadi Ziugánov. «Si no hay rivales, entonces no hay democracia, y, si no
               hay democracia, ¿entonces para qué demoler el país?», preguntó.[5]

                    Putin le había dicho a Yeltsin que no le gustaban las campañas electorales,
               y  ahora  descartaba  las  promesas  electorales  por  tratarse  de  meras  mentiras

               inasequibles  pronunciadas  por  políticos,  y  descartaba  también  los
               menospreciables  anuncios  de  televisión  por  ser  una  mera  manipulación
               indecorosa  de  consumidores  crédulos.  En  una  visita  a  la  ciudad  textil  de

               Ivánovo,  anunció  que  rechazaría  el  tiempo  de  televisión  oficial  asignado  a
               todos los candidatos para presentar sus biografías y plataformas. «Esos vídeos

               son publicidad —dijo, contradiciendo su apreciación de la importancia de la
               televisión para perfilar su imagen pública—. No voy a tratar de averiguar en
               el curso de mi elección qué es más importante, Tampax o Snickers.» Detrás
               de  escena,  de  todos  modos,  los  asistentes  de  Putin  reclutaron  personal  de

               campaña, liderado por el joven asesor que Putin había traído consigo de San
               Petersburgo,  Dmitri  Medvédev.  Dirigieron  una  operación  sofisticada  para

               moldear  la  imagen  política  y  personal  de  Putin,  con  todas  las  técnicas
               probadas de la política moderna pero poca pasión por la democracia real. El
               resultado fue la imagen no de un político, sino de un hombre por encima de la
               política:  el  éxito  de  los  estrategas  de  Putin  superó  las  expectativas.  La

               televisión  estatal  emitió  una  larga  entrevista  biográfica  con  él  —que  en  su
               mente puede no haber equivalido ni a un anuncio publicitario, aunque eso es

               lo que fue—, y su campaña lanzó una serie de entrevistas realizadas durante
               seis días por tres periodistas.

                    En  formato  de  libro,  las  entrevistas  se  llamaron  Ot  pervogo  litsa,

               literalmente «En primera persona», una frase que en ruso también sugiere «el
               primero», es decir, el líder o el jefe. Boris Berezovski, que todavía controlaba
               el  principal  canal  de  televisión  estatal,  pagó  para  la  impresión  del  libro,
               ansioso  de  congraciarse  con  Putin  después  de  que  su  influencia  dentro  del

               Kremlin  hubiese  mermado  drásticamente.  (Él  y  Yeltsin  no  se  habían
               encontrado  desde  1998.)  Cuando  la  Comisión  Electoral  prohibió  la  venta
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